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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DE BONOS Y BOTINES

 

La polémica sube de tono. Lejos de escampar, la lluvia arrecia. Lógico. Cuando, en vez de explicar las causas, se justifican mal los efectos, lo normal es que la duda se adueñe del escenario. La duda y la sospecha difuminan la imagen de la certeza. En cuyo caso, lectores, chuzos de punta.


El presidente del Congreso de los Diputados es -22de abril de 2010- don José Bono. La trayectoria política de este parlamentario es tan dilatada que su carrera ha de estudiarse por partes. Se habla de su pasado falangista. Se critica su populismo político en Castilla la Mancha. Se discute sobre su camaleónico comportamiento en tantos asuntos de Estado. Se le atribuye toda una serie de relaciones sociales bien alejadas del socialismo de base. Y así. De pronto, una pincelada informativa convierte al albaceteño de Salobre en imán de los que buscan noticias en la corrupción y de los que denuncian la hipocresía de quienes hacen de su honradez -y la de su partido- bandera. Del posible regalo de un piso de lujo a su hijo al probable olvido de declarar parte de su patrimonio, ha añadido carbón a la caldera. Los medios cumplen su misión. Nada que reprocharles. Salvo a los que, por intereses espurios, lanzan titulares de inocencia sin presunción del ex ministro o silencian la actividad periodística en torno al tema.


En cualquier caso, el señor Bono lo tiene muy fácil. Basta convocar una rueda de prensa. La vaticino multitudinaria. A la vista de una documental convincente y a tenor de las preguntas pertinentes, el señor Bono tiene en su mano la solución definitiva de un asunto que, de no atajarse, puede enquistarse y hacer daño a la insitución, al sistema y, por supuesto, a su propia honorabilidad. No se entiende la dilación en la respuesta. No se entiende. Se siembra, así, la semilla de la desconfianza.


Ignoro las relaciones mantenidas entre Bono y el señor Botín hasta el día de la fecha. Como desconocía, hasta que la prensa lo aireó, la correspondencia epistolar entre el juez Garzón y el presidente del Banco de Santander. ¿Que dónde se halla la bisagra que une ambos casos? Acaso en la estructura. Acaso en la coyuntura. En este artículo, me detengo en un hecho muy concreto y muy reciente. El saludo afectuoso entre Bono y Garzón con ocasión de la presentación de un evento sobre el “rojo” Llamazares, ha llamado la atención de este articulista. Con la que está cayendo sobre el segundo y con el aguacero que humedece la sonrisa del primero, no deja de sorprender el contento que se aprecia en el rostro de ambos. No deja de asombrarme. No señor. En medio, Botín. No en acto físico. Pero sí en figura mental. Botín es el símbolo más conspicuo del poder del dinero en España e incluso en el mundo. El Banco que él preside constituye todo un ejemplo de la fuerza del capitalismo más pujante.


En este universo capitalista, dos socialistas de fe como los señores Bono y Garzón podrían producir situaciones discordantes. Ah, si Marx levantara la cabeza. Y sin embargo, ahí tienen ustedes el colmo de la paradoja. Quien parece estar de más en este aquelarre de la confusión es el verdaderamente rico, el señor Botín. Rico y poderoso, me dirán ustedes. Rico, insisto. Los poderosos son los otros. Los socialistas son los que tienen el poder aunque su riqueza no sea la del banquero. Pero la influencia de los dos del PSOE supera -o superaba- a la del Santander. ¿Por qué será? ¿Se parasitan? Simbiosis se llama el fenómeno. Tan natural como chocante. Tan sospechoso como pestilente. Un bono y un botín. Lo malo es que del bono se haya reunido un botín. Lo peor es que el botín sea un cúmulo de bonos. Y de abonos.


Echo de menos, lo mire por donde lo mire, gallardía, nobleza, gesto, paso adelante, cara descubierta. ¿Y ustedes?


Un saludo

 

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