AMINATU HAIDAR
La máscara del talante se ha desprendido del rostro patibulario y deja al descubierto la verdadera cara del señor Zapatero. A su lado, la imagen cínica de los actores de la "ceja", que se ha ennegrecido al compás de su ambición desmesurada. La política de progresía de la nada se ha desembarazado de su lengua meliflua y el demonio más atroz habla a través de su diafragma. Una sola mujer, Aminatu Haidar, ha hecho el milagro. Una activista solitaria de los derechos civiles ha dejado en evidencia a una multitud de esperpentos del Gobierno.
Pero Aminatu Haidar se nos muere. Unos la expulsaron. Eran los fascistas de derecha. Otros se conmiseraron, cómplices por omisión y cobardía, a fin de no disgustar al sátrapa del país vecino. Eran los fascistas de izquierda.
Se nos muere Aminatu. Zapatero y sus cómicos de la legua, los dedos sobre el ojo, para no ver su muerte. Miran, silentes y cómplices, la infame y paulatina ejecución. Advierten la tortura psicológica. Aprecian la lenta agonía física. Quietos. Compasivos. Yo diría miserables. Aminatu, valiente, nos mira a los ojos con una sonrisa. Es la alegría del heroísmo. Es el gozo del valor de los elegidos. Es la felicidad de la abnegación. Es la satisfacción del deber cumplido. Es la complacencia del ejemplo del saber ser, del querer estar y del poder vivir en paz consigo misma.
La muerte besa a Aminatu. Viene a mi memoria un texto del gran Fernando de Rojas sobre la muerte. Dice así: El amor es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento, una fiera herida, una blanda muerte". Su amor causa su muerte. Su muerte la provoca el odio al amor. No ames tanto, Aminatu. No te mueras. Por favor, vive. Todos los que somos cobardes necesitamos tu valor y tu sufrimiento. No te mueras, Aminatu.
Yo te saludo, Aminatu. Haidar.
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