BARÇA-MADRID
De muy niño, jugaba mucho al fútbol. Lo hacía en el patio de mi casa con mi hermano Josan. Pateábamos una pelota de trapo. Solíamos jugar partidos interminables. Nos ocurría como a griegos y romanos. Éstos vencieron a los primeros en el terreno militar pero nunca pudieron sino copiarles su inmenso arte. Yo vencía por corpulencia y esfuerzo pero él me superaba en técnica.
Conforme crecíamos, el estadio fue la calle. La calle Alfonso XIII, a escasos metros de la Plaza de la Merced. Allí los partidos adquirian una dimensión extrafamiliar. Los amigos de la calle, que constituían un apéndice fraterno, nos disputábamos una pelota de goma en equipos elegidos por el método del pie. Recuerdo cómo tanketa Curi jugaba en la media, y el muy fino Cani de extremo diestro. En la portería, gritón Galli volaba corto mientras Vieji, de cabeza gorda y llanto fácil, hacía de Santillana. Memorias de niñez.
Uno de los grupos era el Barcelona. El otro, el Real Madrid. Todos nos uníamos como una piña cuando una volea del patoso de turno "embarcaba" la pelotita en la azotea de cualquier casa. Se decía de todo, menos bonito, al tuercebotas. Acto seguido, se le obligaba a pedir permiso al dueño de la vivienda para recuperar el ansiado esférico.
Los cuatro hermanos éramos del equipo de Di Stéfano. Algún otro formaba en nuestro grupo. Nos negábamos a pertenecer, siquiera en teoría, al equipo de Kubala. Si teníamos a la Saeta Rubia, para qué queríamos emular al astro húngaro. Eso sí, cuando ocupábamos puestos de defensa, nos gustaba ser Olivella y, si de portero, Ramallet era incuestionable. En aquellos años de transición entre los cincuenta de la escasez y los sesenta del desarrolismo, nuestra vida transcurría entre los toros (Litri era nuestro ídolo fetiche) y el fútbol (sin televisión). La de los niños y la de los mayores, tal era la sociología franquista del adormecimiento. ¿Les recuerda algo?
En nuestra ingenuidad e ignorancia, en nuestra pobreza y carencias, éramos felices. Vivíamos la calle en libertad vigilada y en la seguridad de la ausencia de circulación de vehículos. Menudo cabreo pillábamos cuando el mecánico de un taller aparcaba en la puerta el único coche que se veía en esa vía pública. Dos piedras o dos chalecos o dos palitroques nos servían de postes. El partido comenzaba sin horario de conclusión. En distintos momentos, se acercaba otro chico y pedía venia para incorporarse. -Búscate a otro, se le decía. Si no, se rehacía el equipo aun cuando se mascullara sapos y culebras por parte de quienes se veían obligados a alinearse en el equipo rival.
Tiempos de calma. Mañana se juega el 58º Barça-Madrid de mi vida. Siento los mismos colores con la atenuación de la edad. Pero celebro la actitud personal y la excelencia futbolística de los Iniesta, de los Xavi Hernández o de los Casilla. No recuerdo, en mi dilatada vida, un concurso dialéctico de tanta calidad. Estos futbolistas del Madrid y del Barcelona son unos cracks, dentro y fuera del campo. Los aficionados debemos aprender de ellos. Categoría. Élite. Felicidades, muchachos. Ejemplo de niños, jóvenes y mayores. Que gane el mejor, pero si no, que gane mi equipo.
Un saludo.
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