EL PUERTO HURRACO CATALANISTA
La España profunda no es la de Puerto Hurraco. La España profunda es la de los catalanistas de gañote. La España más atrasada es la de los ultranacionalismos más aborrecibles. La España más terrible es la de los charnegos que, como Montilla, quieren hacerse perdonar su nacimiento en la liberal Andalucía. La España más servil es la de los que rechazan la libertad de una nación para instaurar un régimen jomeinista en la tierra de la creatividad.
Montilla es el Mahmud Ahmadineyad de la Generalitat catalana. Carod, el Jamenei del fundamentalismo de la Ezquerra más fantoche de todos los tiempos. Puyol, el Chávez que mejor encarna el ansia por el poder omnímodo. Son los genuinos representantes de los Puerto Hurraco catalanistas. Hace casi veinte años, esa localidad pacense vivió el asesinato de varios vecinos a manos de unos descerebrados. Hoy, en pleno siglo XXI, los catalanistas de la gleba condal, con un cerebro discutido y discutible, buscan apuntillar la Carta Magna que recoge los derechos y libertades individuales de los españoles. De todos los españoles. No de los castellanos o de los extremeños o de los catalanes. De los españoles todos.
Presionan, condicionan, coartan, manipulan. Los catalanistas de la política y de la prensa se alían en aras de un objetivo independentista. No hay más. Zapatero es el muñidor de este caos que nos revuelve las meninges y nos toca las narices. Zapatero es el ideólogo de este adarve andalusí. Zapatero es el irresponsable cooperador necesario de una situación que se complica por momentos. Zapatero es el generador de este secuestro de la verdad de España por unos piratas de la más baja política y del más alto egoísmo personal. Como en el Alakrana, ahora toca pagar. El Estado de derecho es pisoteado por el Estado de hecho. Una vez más.
La pasión española. Gala equivocó el título de su famosa novela. Es la pasión española. La pasión del hermoso sentimiento del amor sojuzgada por la pasión del odioso sentimiento de la posesión de unos okupas de palacete y chófer. Los españoles no debemos pagar los desmanes de estos personajes de la farándula politiqueril. De nuevo, este articulista reclama, o mejor, pregunta: ¿es llegado el tiempo del artículo 155 de la Constitución? Tal vez no. Pero habrá que no echarlo en el olvido.
Mientras tanto, Zapatero y sus Goebbels de salón, a la calle. Vía urnas, a la calle.
Un saludo.
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