GUERRAS LEGALES
La guerra de Irak no era legal. La de Afganistán, sí. La guerra de Irak fue promovida por ese presidente tan malo para España que fue Aznar. La guerra de Afganistán ha sido secundada por ese presidente tan bueno que es Zapatero. En las guerras de Irak y de Afganistán han muerto ciudadanos españoles. Este articulista no quiere entrar en la calificación jurídica de ambos conflictos ni en el número de víctimas. Ambas acciones son bélicas. Ambas comportan muerte. Si una se considera necesaria, la otra también. O rechazada una, asimismo la otra. Llamazares no dicta la bondad o maldad de una guerra. ZP, tampoco.
Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren, dogmatizaba Jean Paul Sartre. Los pobres soldados son los que dan su vida. No luchan los políticos o sus hijos. Ni los periodistas o sus familiares. En la guerra legal de Afganistán, el Gobierno se esfuerza en convencernos de que procura mantener la paz. La paz en una zona de guerra. Paz sin armisticio. El problema es que no hay ejércitos beligerantes. El ejército español no se declara en guerra contra el ejército afgano. El ejército español tampoco lucha contra las hordas talibanes. Nos defendemos. Como podemos. Cómo se defiende un Estado contra los terroristas. Ellos matan a nuestros soldados en la guerra legal de Afganistán. Como son asesinadas nuestras fuerzas de seguridad por los criminales de ETA.
El ex Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, defendía en 2005 una estrategia de cinco elementos para luchar contra la lacra del terrorismo. Como recurso nemotécnico, los denóminó los cinco "D". D de disuadir a los que eligen el terror como táctica. D de dificultar a los terroristas los recursos para atentar. D de desistir a los Estados del apoyo a estas bandas criminales. D de desarrollar los medios estatales antiterroristas. D de defender los derechos humanos. El señor Annan ya no es, por fortuna, el Secretario General de la ONU. La legalidad del papel mojado. La legalidad de lo falaz.
Tragedia de las buenas intenciones. Ninguna de las cinco "D" ha tenido éxito. El terrorismo sigue campando a sus anchas. Los Estados prefieren seguir la estrategia de la "A". La A del avestruz. La A del apaño. La A del autobombo. La A del avemaría (laico, por supuesto). La A de los ayotes ("a" testicular en México). Pregunte, si no, a ZP con ETA. O al autor del chivatazo asesino del bar Faisán. O a la ilegalización de partidos.
La legalidad democrática sufre, víctima de la conveniencia política de partidos que se dicen democráticos, la enfermedad del beso de Judas. La legalidad se sume en los abismos de la traición de los que pregonan la defensa del Estado de derecho. La guerra legal sirve de coartada a los pacifistas de salón para justificar la muerte de soldados en territorio extraño. Si nuestros soldados han de morir en defensa de la legalidad, que entreguen sus vidas en loor de santidad o, lo más lógico, como guerreros bien pertrechados que protegen sus vidas. No hay más legalidad para un soldado que el derecho a la defensa. Y no pocas veces la mejor defensa es un buen ataque.
Zapatero, Chacón, Bono y compañía, a luchar a Afganistán. Si prefieren morir antes que matar, allá ellos. Nuestros soldados no pueden estar en un "mataero". No y no.
Un saludo.
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