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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL NUEVO CURSO COMIENZA


 En cierta ocasión, comentaba con un profesor de la universidad de Las Palmas la diferencia entre impartir docencia en los niveles primarios y en los superiores. -No cabe duda, me decía mi casual interlocutor, que los profesores de cualquier Universidad poseen una mayor especialización, fruto de su título académico, que sus colegas de otros estamentos educativos y, en consecuencia, la sociedad valora nuestro trabajo mucho más que el de los enseñantes que tienen a su cargo a niños menores de edad. Establecía este universitario un ránking de categorías y situaba a los catedráticos de Universidades en  la cúspide de la pirámide educacional.

 Craso error, desde el punto de vista de este articulista, el susodicho análisis. Por simplista y por desinformado. Me explicaré.

 Primero, en cuanto a los títulos. En nuestros días, muchísimos maestros de enseñanza primaria poseen un título universitario distinto al que se le requirió para opositar. Es decir, muchos profesores de colegios públicos tienen, además de la titulación de maestro, una segunda que han obtenido a base de quemarse los ojos estudiando a fin de alcanzar una formación complementaria que, jamás, jamás, les proporcionará la Consejería de Educación con el ciento y la madre de cursillos devaluados que organiza a través de los Centros de Profesores (CEPs). Es fácil hallar maestros de escuela que, al mismo tiempo, sean pedagogos, psicólogos, físicos, filólogos, etc. Esta doble titulación es difícil encontrarla, sin embargo, entre el personal docente de las facultades universitarias.

 Segundo, en cuanto a la especialización. Ésta no es efecto necesario del título. Ni mucho menos. Hay especialistas sin título y titulados carentes de la mínima especialización. Desde hace tiempo, sobre todo desde que mis hijos eran muy pequeños, he manifestado mi admiración hacia los profesores de enseñanza infantil, hacia esos maestros llamados "parvulistas". Ellos son, nada más y nada menos, que maestros. Es posible que, entre ellos, no exista una predisposición añadida hacia la titulación universitaria. Es posible. Mas lo que es seguro, es que no he conocido a especialistas docentes, a técnicos de enseñanza, a profesores de nivel cualquiera, con la categoría disciplinar, pedagógica y humana de este colectivo. Los chicos abandonan el nivel de educación infantil con una mochila cargada de saberes de todo tipo. Esta carga cognoscitiva no ha sido fruto de la casualidad, sino del bien hacer.

 Los maestros de Infantil son, en general, unos miembros destacadísimos del status docente. Acaso los más técnicos y especializados en enseñanza. En modo alguno pueden, pues, ser considerados como el segmento inferior de la educación pública.  Pues bien: estos maestros de "parvulitos" perciben remuneraciones muy inferiores a los de sus colegas universitarios. Y ello, a pesar de que su horario lectivo docente está mucho más cargado que el de éstos. Para mayor abundamiento, la pedagogía de los maestros será horizonte insalvable -al menos en décadas- para el nivel pedagógico que los maestros universitarios -algunos hay- poseen hoy por hoy.

 Ya quisieran don Ángel Gabilondo, ministro de ZP, y doña María del Mar Moreno, consejera de Griñán, ser la mitad de eficientes y eficaces en sus respectivos cargos políticos -elegidos a dedo por ser del partido- que estos profesionales -de oposición- mal pagados que hacen arte de su ciencia docente y misión de su entrega profesional. Ya quisieran. La superación del fracaso escolar español y, especialmente, andaluz, pasa por considerar a los profesores como agentes de la autoridad y por asignarles los salarios que, en reconocimiento a su pericia, merecen.

 En caso contrario, los politiquillos de salón simularán el esperpento que son a base de entregar ordenadores y más ordenadores a los niños.  El curso ha de comenzar, antes que nada, para estos ineptos de la política que tanto daño hacen a la sociedad en su conjunto. Y como no saben, que aprendan.

 Un saludo.

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