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Francisco Velasco. Abogado e historiador

BELENES

 Belén Esteban es, sin duda, un fenómeno sociológico y mediático.

 Sociológico en tanto se constituye como eslabón que engarza una sociedad de clase baja con otra sociedad de baja clase, a través del vínculo del dinero. Al cabo, todo se reduce a dinero. La figura de la Cenicienta es socialmente icónica desde tiempos inveterados. La madre de la hija de un torero famoso con el que nunca matrimonió arrastra carretas de morbo. La idiosincrasia de la madre de la hija del torero aporta a esas carretas nuevas paletadas de curiosidad a la que millones de personas no podemos sustraernos.

 Mediático porque el tema genera tanto interés, que el Príncipe "Oro", cuya economía se hallaba en caída libre, ha encontrado en la nueva "fregona" la salvación para sus depauperados caudales. Una vez más, el pueblo llano se convierte en puente de plata por donde pasa, altivo, el orgulloso señor. Se hace ver que el señor del medio televisivo es el que encumbra a la sencilla damita, cuando, en realidad, es la chica pobre la que devuelve al rico amo la posición económica de antaño.

 Psicológico y mediático el fenómeno de doña Belén. Tanto, que las cadenas -públicas y privadas- que no han podido seducir a la joven, están que trinan. La competencia les ha privado de la gallina de los huevos de oro y sus audiencias militantes durante años han desertado y, en masa, se han pasado a las filas del dueño de Belén. Hay mucho dinero en juego. La nueva Cenicienta es un filón que convierte en platino todo lo que toca. El Príncipe "Oro" exprime, a conciencia, la mena de la mina y deja a los demás nobles, de la mina, la ganga. El Príncipe pasea a su princesita (hasta que, extenuada, desfallezca) mientras los "pares" venidos a menos se conforman con las migajas del comentario crítico. A modo de carroñeros que se mal alimentan de los despojos.

 En este contexto, las envidias, las fobias, las maldades y las atrocidades más detestables conforman un todo homicida. La consigna es eliminar el belén. No hay que esperar a que cumpla 33 años para crucificarlo. Se le asesina ya. Sin embargo, las críticas aceradas, las injurias viperinas o las ofensas más horrendas sólo consiguen dar brillo a la emergente luminaria. A la muchacha la convierten, a su pesar o para su efímera dicha, en heroína, en princesa del pueblo.

 -¡A por la hija!, braman desesperados los broncos percherones que la persiguen. A por la hija. En su furia, incontenida e incontenible, en su odio irresitible, en su desmedido afán de venganza, los "pares" acuden a un sicario barato pero puede que eficaz. Al Defensor del Menor. Denunciemos el "belén" al Defensor del Menor. Éste.

 Voy a eludir el articulado de la Ley del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, porque me lo reservo para ocasión más precisa. Me limitaré, por hoy, a hacer expresa mención del artículo 18.3, cuyo texto recoge que se rechazará "toda queja anónima...". Si las informaciones ofrecidas por el Príncipe "Oro" son ciertas, las quejas llegadas al Sr. Canalda son siete, todas ellas anónimas. De lo cual se deduce que, o bien el Defensor del Menor desconoce la normativa, o bien la desprecia, o bien está untado, o bien es un canalla, o bien es un inepto. En cualquier caso, el daño que acaso pretendiera hacer a la madre, se lo hace a la hija a la que, dice, quiere proteger.

 Desvergüenza. Si en base al artículo 7.1. de la precitada ley madrileña, el Defensor no renuncia a su cargo, deberá ser la Asamblea de la Comunidad, en virtud del artículo 7.3. ó 7.4., la institución que acometa la indiferible acción de destituirlo.

 El gran poeta Paul Valery refería que "La política fue en principio el arte de impedir a la gente meterse en lo que le importaba. En una época posterior agregósele el arte de comprometer a la gente a decidir sobre lo que no entiende". Este articulista añade una precisión del mítico Albert Einstein: "El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquéllas que permiten la maldad".

  Un saludo.

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