RENEGADOS
Desde Aledo. Escribo este artículo, muy breve, desde la habitación de un hotel (antiguo monasterio rehabilitado) anexo al santuario de Santa Eulalia, muy cercano a esta pequeña villa medieval murciana.
En “loco fragoso et quasi inhabitabile”, como Jerónimo Hurtado describía la sierra de Espuña allá por 1580, se alza este paraje privilegiado. No alcanza, a mi juicio, la belleza paisajística de la turolense Albarracín, pero la supera, también en la modesta opinión de este articulista, en autenticidad lugareña.
El medio. No calibramos su importancia. Desde este medio poco alterado por la mano del hombre, reflexiono sobre la tendencia de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo a renegar de nuestros orígenes y de nuestro pasado. Renegamos, incluso, de nuestros antepasados. De aquéllos a los que pudimos conocer y de quienes sólo escuchamos hablar.
¿Alguien reconoce, hoy día, que sus padres y abuelos fueron franquistas de corazón o de interés? Muy pocos. Cuantos acudían a la Plaza de Oriente a manifestar su adhesión inquebrantable a Franco, juran y perjuran que jamás estuvieron presentes en actos de ese tipo.
La vicepresidenta del Gobierno, la señora Fernández de la Vega, asegura que su padre no fue franquista. Por el contrario, -de qué se defiende-, subraya que padeció la represalia del dictador. Lo cual es cierto… a medias. Silencia, como buena política psoecialista, que D. Wenceslao Fernández de la Vega fue condecorado por el Caudillo.
Doña Teresa, no reniegue de su padre. Es su padre. Aunque no fuere franquista de corazón, admita su querencia interesada. Como tantos otros. No reniegue, señora.
Un saludo.
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