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Francisco Velasco. Abogado e historiador

GUARDIOLADA

 

 Pep Guardiola es un español significado. Como profesional del fútbol, ha lustrado grandes pasajes de este deporte. Fue un magnífico jugador y es un entrenador excelente.

 

Guardiola es, sin embargo, un modelo del grupo representativo del principio de Peter. Es decir, es de las personas que se promocionan a un status de responsabilidad superior y dejan caer la excelencia de su oficio primigenio en la escombrera de la incompetencia del nuevo puesto. Si el internacional por España es, sin lugar a dudas, un formidable ejemplo de calidad en el terreno de juego y en el banquillo, desde el momento en que proyecta su poder influyente en otros ámbitos de la sociedad, entonces, la “caga”, con perdón. Y la caga porque, como decía el gran Ortega y Gasset, cuando un  empleado es ascendido se vuelve inepto.

 

El barcelonismo de Pep no es de mayor categoría que el de mi hijo mayor, furibundo culé. Pese a esa igualdad emocional hacia lo blaugrana, ninguno de los miles de aficionados repartidos por la piel de toro y por los archipiélagos se manifiesta a favor de la independencia de aquella región del noreste peninsular. Sienten sus colores, se apasionan por su equipo y ni siquiera entra en sus cabezas españoleadas la tentación de renunciar a su amor por el club. Ni uno.

 

Guardiola, sí. Cuando un ciudadano transita de lo racional a la iluminación, no lo hace caminando sobre los duros adoquines de lo cotidiano. Se sube a lomos del caballo de la alucinación y la esquizofrenia se apodera del alma individual hasta hacerle ver una realidad inexistente.

 

Me parece bien que Pep ansíe la independencia de Cataluña. Muy bien. La libertad de expresión es un derecho que no disfrutamos los que vivimos las etapas más represoras del franquismo. Guardiola es demasiado joven para conocerlas. Es su fortuna. Y demasiado ambicioso para satisfacer su orgullo separatista frente a su negativa a vestir la elástica de la selección española. Pudo y no quiso. Qué oportunidad perdió. A Guardiola le falta coraje democrático y le sobra filosofía autoritaria. Es de aquellos oscuros oficinistas siniestros que chivatean a los jefes de la banda.

 

El pueblo tiene derecho a decidir. Quién lo duda. Pero a través de los cauces legales. Si las leyes son la manifestación del pensamiento ciudadano, se erigen en cumbre del poder del pueblo. Si nos las saltamos, Pep, qué puñetas democráticas defendemos. ¿No será que Vd. es un dictadorzuelo de vía estrecha que oprime sus frustraciones machacando a los que opinan distinto? ¿No será?

 

Lawrence J. Peter no conoció a Guardiola ni a Pujol ni a Mas. Pero qué bien retrató a este subtipo de humanos.

 

Un saludo.

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