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Francisco Velasco. Abogado e historiador

OTRA DE JUECES ESTRELLAS

 "La justicia es un cachondeo". La frase, atribuida a Pacheco, ex-alcalde de Jerez de la Frontera, no por polémica deja de tener una base de razón. Para los que entienden de derecho y para los que no. Toda una sarta de sentencias judiciales resultan incomprensibles para el común de los mortales. Los propios recursos de apelación vienen a poner de manifiesto cuántas veces el tribunal ad quem (de apelación) voltea una resolución de los tribunales a quo. A veces, la explicación es simple: falta de tiempo material para atender la multitud de litigios que saturan los juzgados de toda España. Explicación la que antecede, que elude detectar, como causa, la falta de preparación jurídica de algunos magistrados, sin hablar de la responsabilidad inherente a la función, o del hartazgo que el ejercicio de esta profesión provoca en estos funcionarios, en general mal remunerados.

 Lo anterior tiene su qué y su cómo. Lo que hay que hallar es la casuística de tan divergentes resoluciones judiciales. Uno entiende -por más que le repugne desde un punto de vista legal, jurídico y ético- que la Administración haga de su facultad de autotutela un derecho de pernada y de su capa de servicios sayos de inmoralidad. Lo entiende. Este abogado ha comprobado cómo la Administración Educativa ha resuelto de manera opuesta expedientes administrativos en los que existe identidad de objeto, causa y sujetos, por el mero hecho de que el recurrente sea una persona del agrado, o no, de los administradores. Insisto, se entiende desde la perspectiva de una corrupción generalizada de un sistema perverso. Le remito, por reciente, al caso MATSA y a los Chaves, padre e hija.

 Lo que no se entiende es que en la Administración de Justicia se produzcan casos análogos al descrito respecto a la Administración General. Lo que no se justifica es que el Juez Pedraz permita la celebración de manifestaciones en demanda de la no dispersión de los presos de ETA y, a continuación, mediando apenas unos días, el auto de Pedraz sea volteado por los magistrados de la Sección de Lo Penal de la misma Audiencia Nacional. Cómo uno y otros han interpretado el problema. Qué circunstancias han sopesado en su análisis de los hechos. ¿Por qué la actividad probatoria no ha seguido similares conductos de investigación? ¿Acaso entre estas instancias se interponen otro tipo de obstáculos distintos a los puramente técnico-periciales? ¿Se puede inferir que Pedraz se muestra más comprensivo hacia las reivindicaciones peri-etarras o pro-etarras, mientras los magistrados de la Sección Cuarta se escudan en aspectos más politizados y son incapaces de soportar las presiones de los que buscan el arrinconamiento de los partidarios de la banda terrorista?

 Es posible que jamás hallemos respuesta a los anteriores interrogantes. Sí debe ser posible, no obstante, sí debe ser exigible, que se explique a la ciudadanía si los participantes en la concentración han cometido, o no, delito de enaltecimiento del terrorismo. La discrepancia judicial no se limita a un mero hurto, a un robo de mayor entidad, a un asesinato concreto. No. La discrepancia judicial se realiza en el marco de una refriega político-ideológica que excede la mera legalidad. Del mismo modo que se desarrolla en el informe concerniente a la constitucionalidad del Estatut catalán. La discrepancia judicial se agrava, especialmente, porque en la misma son protagonistas las mentalidades nacionalistas vascas y catalanas y, fundamentalmente, porque en el territorio de Euskadi, el cincuentón comando etarra ha causado la muerte de muchos inocentes. Donde no hay arrepentimiento de tipo alguno, cuando se rechaza de forma contumaz la condena de la violencia, cuando se hace apología de la virtud de asesinos etarras, el Juez, Pedraz o quien fuere, sin renunciar a la presunción de inocencia, debe mirar con lupa de más dioptrías la intención de los manifestantes.

 La función pública es eso, pública. Lo cual no significa que sea publicada o lo que sería peor, publicitada. Item más: constituiría una felonía aprovecharse de la publicidad que se desprende de ciertas decisiones controvertidas para aspirar a brillar en el firmamento judicial. Ya tenemos bastante con "el hombre que veía amanecer". Un Garzón tiene un pase. Un Garzón y un Pedraz, demasiado azúcar o demasiado acíbar. Más respeto y menos jueces estrellas.

 Un saludo.

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