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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DE LA VEGA, FRESITA

DE LA VEGA, FRESITA
 A la señora De la Vega le va la marcha. Díme de qué presumes y te diré de qué careces. Entre los suyos, arropada por la juventud psoecialista, la vicepresidenta del padrastro, habla y habla sin dejar títere con cabeza. Fíjense, lectores, que nos lleva a la bancarrota y, en esa convicción, en vez de buscar fórmulas para salir de la gravísima crisis en que nos ha sumido el Gobierno, dispara al blanco de siempre: el PP. Como de costumbre. Uno es un golfo y, para participar en el campeonato internacional de la golfería, no publicita la competición, sino que pone el ventilador y a los cuatro vientos dice: "y tú más". De esa manera, la golfería ahoga literalmente a los políticos.

 Según De la Vega, la culpa de la crisis no la tiene ZP y su séquito. No. La culpa hay que echarla a las ideas neoconservadoras. Ideas, por otra parte, que han actuado como "armas de destrucción masiva". Toma ya. Esa expresión destila tanto cianuro que por salvarse ella, envenena a todo bicho viviente. A las juventudes psoecialistas les recuerda, cómo no, el goebbelsiano tema recurrente: la guerra de Irak. De una mentira mil veces repetida, quieren hacer una verdad. Imposible. El instinto del escorpión es matar, pero nunca será un asesino. No sabe lo que es asesinar. Ni siquiera se da cuenta de que es un escorpión. La voluntad de De la Vega es pisotear cabezas y jibarizar enemigos, pero nunca convencerá. Seducir, a nadie. Engañar, a todos. O eso se cree ella. La madrastra de Blancanieves no era la más bella y, por eso, pretendió eliminar a su hijastra con la manzana mortífera. Fallido intento en el cuento. En la realidad, las eliminaciones ordenadas por el Gobierno ZP han sido ingentes. Demasiado veneno para inyectarlo en una fresita.

 La carga de desconfianza hacia la madrastra de Blancanieves acrece en la opinión pública. La desconfianza se torna, ya, rechazo, repelencia, repugnancia, asco. El espejo devuelve el rostro verdadero de la malvada. Su codicia y su desvergüenza han dejado de ser un secreto. Las arrugas no revelan la nobleza del avejentamiento físico, sino la mezquindad de quien hace del alma una ración de botox. La arruga es bella cuando se envejece con dignidad. La arruga es brujil cuando surge del interior. La bruja aniquila con sus hechizos las almas más cándidas. Destruye con el mal de ojos de su mirada de aquelarre. La ciudadanía está conociendo el antídoto. El antídoto es la actitud firme y decidida. Es el signo de la cruz que ahuyenta al drácula de turno. Me gusta la arruga. Me encanta el surco. Son la cicatriz de las heridas del esfuerzo y de la honradez. Desprecio la fresita inyectada de la pócima letal. Las fresas, limpias, como las que cultivamos en nuestra Huelva. Ricas. Sabrosas.

 Un saludo.

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