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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PANDEMIA PORCINA: MENOR QUE LA DE CORRUPTOS Y DE GOLFOS

 Asusta la pandemia porcina destapada en Nueva España (México). Asusta. Como todos ustedes saben, una pandemia es, según la Organización Mundial de la Salud, un brote global de enfermedad que ocurre cuando un nuevo tipo de virus aparece o emerge en la población. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la pandemia como una ‘enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región’.Se dice que si el virus experimentara una variación mayor, el ser humano estaría totalmente desprotegido.
 Preocupa la pandemia como enfermedad somática, pues sus tentáculos pueden causar la muerte de miles de personas. Es preciso, en consecuencia, que las autoridades de un país actúen con urgencia, y con la contundencia debida apliquen las medidas científicas adecuadas para su paralización, primero, y su erradicación después.
 Medidas políticas de base para adoptar medidas científicas de choque. Una pandemia no se elimina con la medida política zapateril de repartir aspirinas, dolalgiales o nolotiles entre la población afectada y susceptible de afectar. Así, no. Una política seria y rigurosa pasa por detectar el virus, investigar su origen, hallar el fármaco apropiado y, posteriormente, distribuirlo entre los enfermos, a quienes antes se habrá advertido de las medidas colaterales a tomar para evitar una difusión indeseada.
 Aterroriza toda pandemia. Sin embargo, a veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Pandemia extendida y difundida, sobre todo en España, qué les digo de Andalucía y, en fin, para qué hablar de Huelva, es la de la corrupción y la de la golfería. Esta pandemia no es que se difunda andando, sino al galope desbocado. Son tantos los casos de corrupción urbanística, que consideraría simplista mencionar los que la prensa de toda laya nos trae a diario. La fiebre inmobiliaria se ha llevado la palma en la corrupción económica y política, de la que todos hemos sido testigos mudos. La Marbella de Gil fue uno de los hitos de esta pandemia de golfos, que no hubiera llegado a simple resfriado si los ejecutivillos de la Junta de Andalucía no hubiesen sufrido un esguince de cuello de tanto mirar al lado opuesto. Si el Gobierno andaluz hubiese llevado a cabo las medidas legales oportunas, desde que tuvo conocimiento de esa corrupción, ésta se hubiera cortado de raíz o, cuanto menos, hubiese quedado reducida a la mínima expresión.
 Sin embargo, en vez de esto, hizo lo otro, o sea, autocomplacerse en la modernización del calcolítico, pues nunca conseguimos alcanzar la edad del bronce ni, por supuesto, la del hierro. Ahora sí, muchos de los golfos activos y pasivos se pasearon arrogantes por la edad del oro de sus bolsillos y de sus cuentacorrientes en paraísos fiscales ignotos, merced a sus duras caras de piedra y a sus filiformes influencias de cobre. Hoy, un hotel aquí; mañana una urbanización de lujo, con golf y spa, allí; anteayer, dos o mil chalecitos unipersonales...
 Mas si esta pandemia de corrupción urbanística sigue extendiéndose, -la crisis puede durar uno o dos años más-, aunque con menor rapidez, hay otra pandemia que está perjudicando a miles y millones de españoles. Su presencia fue detectada hace más de un año, pero los asesinos políticos de nuestra economía cerraron sus ojos, armaron sus lenguas viperinas y lanzaron una campaña de descalificación contra quienes osaran referirse a la pandemia, tachándoles de antipatriotas. ¿Cómo se llama esa pandemia? Paro, se llama paro. ¡Premio! Como Zapatero y los suyos dijeron que no había pandemia, pues si no quieres arroz, cuatro millones de tazas. Y ahora, nos desayunamos camino de una población desempleada de cinco millones de personas, de seres humanos, Zapatero, de hombres y mujeres que no ingresan dinero alguno y que apenas tienen con qué dar de comer a sus hijos.
 En Huelva, Manuel Chaves, José Antonio Griñán, Antonio Fernández y demás compañeros/as del puño/a y de la rosa/o, son responables de que ya sean casi 19.000 (con todas las letras, diecinueve mil) las familias que tienen en paro a todos sus miembros, es decir, donde ni padre ni madre ni hijos ni perrito que les ladre, traen un euro a casa. Y lo dice la Encuesta de Población Activa (EPA). Y para colmo de desgracias, la situación de nuestra provincia es peor que la media de Andalucía, en tanto en Huelva el número de hogares con todos sus miembros en paro ha llegado al 25%, en el antiguo cortijo de Chaves se mantiene diez puntos por debajo.
 Mientras tanto, el Sr. Jiménez, don Mario, el secretario general del PSOE de Huelva, inmerso en el bizantinismo de determinar el sexo de los ángeles, o de explicar la importancia de Jauja en la teoría freudiana de los sueños, o de interpretar cómo es posible que un incompetente como él haya vencido al Principio de Peter. El inefable don Mario Jiménez compareció ayer en la Casa Colón para instar a los onubenses a rebelarse contra la imagen distorsionada de Huelva. Pero hombre, don Mario, si Huelva tiene la imagen que tiene es porque la han deformado ustedes. Son ustedes, los psoecialistas, unos auténticos artistas del expresionismo antiartístico. Dedíquese, hombre, a fomentar el empleo, a disminuir la contaminación, a evitar la corrupción de los suyos y ajenos, a invertir en la provincia, a eliminar el enchufismo, a frenar el despilfarro,... Me conformo con que sea honrado y lo parezca, como la mujer del césar. Pero no nos engañe más, hombre, no nos engañe más.
 Un saludo

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