GASTO PÚBLICO NO ES LO MISMO QUE OBRA PÚBLICA
Se trata de una treta parecida a la ideada por algunos países de la OTAN cuando decidieron establecer un impuesto finalista para financiar un gasto público concreto, en este caso, financiar el ataque a Kosovo. En vez de aumentar los impuestos, medida archi-impopular siempre y sobre todo en épocas de crisis, Blanco se decanta por una medida vendedora: reordenar las prioridades del gasto público. Y, ¡oh, casualidad!, qué nos encontramos! Ni más ni menos que ante la segunda de las políticas del programa general del "Consenso de Washington". Este programa, diseñado por Williamson, se considera el estandarte del neoliberalismo, esa ideología político-económica tan odiada por Zapatero y su cohorte de puretas y que utilizan con tanta frecuencia como frivolidad para descalificar a Bush y a sus seguidores. ¿Puede creer alguien que Blanco se haya pasado al neoliberalismo de su odiado Kagan, el máximo representante de los neocons? ¿Tan voluble y veleta es Zapatero para entender un tan radical cambio ideológico? ¿Se comportarán, uno y otro, como Felipe González, que no dudó en desembarazarse del pesado lastre del marxismo del PSOE, cuando le hizo falta para gobernar?
No olvidemos lo que significa gasto público. Es el que realiza el sector público (la Administración estatal, autonómica y local) en un período determinado, incluyendo en el mismo el gasto fiscal. Así, si aumenta la renta de los consumidores, disponen de más dinero para gastar y, casi siempre, gastan más y ahorran menos porque el estímulo del consumo actúa como efecto multiplicador que hace que el dinero pase de mano en mano e incremente la producción. Por ejemplo, si todos los españoles nos gastásemos el 90% de nuestro sueldo, es evidente que apenas ahorraríamos pero nuestra propensión al consumo sería muy importante. Pero ¿y si no aumenta la renta porque las empresas despiden trabajadores, o el paro acrece o se congelan los salarios? En este caso, parece que lo más sensato sea aplicar una política fiscal expansiva, haciendo uso de sus dos mecanismos esenciales: aumentar el gasto público (para incrementar la producción y reducir el paro) y bajar los impuestos (se consumirá más y las empresas invertirán más). ¿Cuál es el inconveniente? Que al haber mayor gasto público, y menores impuestos, el presupuesto del Estado es deficitario. En este caso, cabe preguntarse cuánto déficit puede soportar un Estado y en qué manera afectará a los gastos sociales que, con la boca grande y el ánimo chico, pregona Zapatero. Hasta cuándo resistirá el Estado español con las reivindicaciones económicas y financieras de los nacionalistas, los altos gastos de la Seguridad Social y el bienestar educativo y sanitario. Tetas y sopas no caben en la boca.
De todas formas, a juzgar por una encuesta de Sigma Dos que publica el diario El Mundo, los españoles tienen clara sus preferencias para superar la crisis. Todas ellas pasan, en este orden, por reducir los impuestos, bajar las cotizaciones sociales, preservar el gasto en sanidad y educación y limitar el intervencionismo estatal en la economía. El 53,6% opina que la actuación del Gobierno ha de limitarse a regular mejor el sector, mientras un 81,7% estima que la obra pública es lo más aconsejado para crear empleo. Del mismo modo, existe coincidencia mayoritaria en no aumentar el ya grueso núcleo de funcionarios así como en la necesidad de eliminar de raíz el gasto no necesario, el despilfarro.
Algo falla en la trama de Pepe Blanco. Guerra denominó a Adolfo Suárez "tahúr del Misisipi". Seguramente atribuía, con su malevolencia de costumbre, al gran presidente de la Transición, las habilidades "méchantes" que él mismo poseía en alto grado, seguramente idénticas a las que parecen adornar a Blanco. Éste es un lobo de la política socialista que, ahora como ministro, pretende vestirse con la piel de cordero del estadista. Raro, raro, raro. No se fíen . Recuerden el viejo refrán castellano: "dónde irás, buey, que no ares".
Un saludo.
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