A BUEN RECAUDO
Lo creyó. Creyó todo cuanto le prometió. Pero se demostró que mentía. Una vez más. Entre azahar y brisa. Entre vírgenes y cristos. Entre sueños y cirios. Se demostró que mentía.
El ya ex ministro de Sanidad, Bernat Soria, ha comparado su paso por el Gobierno con la pasión de Cristo. Ha dicho: "La llegada es el Domingo de Ramos, cuando todo el mundo te recibe con palmas y halagos, pero al día siguiente es Lunes de Dolores, cuando comienza la tortura larga y el día de la muerte es cuando te comunican el cese". Mentía en su nombramiento y miente en su cese. Cuando alguien que dice servir al pueblo, reduce su periplo ministerial a tres pareados y a un estrambote, se cuece en su propia salsa de hipocresía y revela hasta qué punto se autoproclamó hijo de dios. Bernat,
Soria, por la boca muere el pez. Tú, que en tu euforia primera, laureaste a tu dios padre con el premio nobel de la solidaridad, ¿qué galardón guardas en tu desdicha postrera para quien te echó? No quieras contestar con las palabras bíblicas de "Dios me lo dio, Dios me lo quitó", porque tu irreverencia dolería incluso a quienes, como éste que te escribe, tenemos el infortunio de haber nacido sin fe o, habiéndola tenido, la hemos dejado perder.
La petición de una asociación de consumidores para impedir a las hermandades que procesionan durante la Semana Santa portar un lazo blanco sería, siguiendo el texto religioso cristiano, una reedición preparatoria de la matanza de Herodes. Todos los recién nacidos han de morir. Y que nadie proteste, pues si pese a la prohibición, se empecinan en mostrar el símbolo de la defensa de los niños gestados pero condenados a no nacer, sean perseguidos y disueltos por las fuerzas herodianas de policía, caiga quien caiga y cueste lo que cueste. La muerte de los inocentes, Bernat, Soria, ésa sí es una pasión, ésa sí es la antesala de la Pasión.
Me resulta duro convertirme en defensor público de una idea religiosa en un mundo cofrade, cuando nunca me identifiqué con el fervor semanasantero y siempre me resultó deleznable que algunos mercaderes de la modernidad hicieran su negocio de las creencias más íntimas. Afirma la precitada asociación que las procesiones fueron "hasta la fecha folklore y parafernalia" y no pueden consentir, ellos, que este año pretendan ser
"actos reivindicativos por el derecho a la vida". Sublime.
Sobre el aborto, ya me manifesté en otro artículo de este blog, "El aborto de Bibiana". Insisto en la necesidad de delimitar la moral de la ley, especialmente en un tema tan sensible en el que la defensa del no nacido (aunque concebido) puede colisionar con la defensa de la madre. Mas no se olvide que, guste o no, se discrepe o no, el concebido no nacido es una persona, por más que el Ordenamiento discierna quién es persona y quién no. En Derecho español, el concebido no nacido es persona, pues en su defecto, no se entendería que nuestro Código Penal regule el aborto como delito contra las personas, por más que el Código Civil no le otorgue esa categoría hasta veinticuatro horas después de su nacimiento.
En cualquier caso, lo que me aturde y me desalienta es la posición "pilatesca" de algunos que se lavan las manos para no comprometerse. Llevar, o no, el lazo blanco durante las procesiones de Semana Santa no es un acto político, es una manifestación de fe, de defensa de los inocentes pero también de sus madres, cuya inocencia es otra pero inocencia al fin y al cabo. Quienes no son inocentes, sino renegados, son los que se golpean el pecho, se laceran las espaldas, se visten con túnicas penitenciales, arrastran sus desnudos pies sobre el frio asfalto, arrastran pesadas cruces de madera, y luego callan, silencian, enmudecen ante el poder de los nuevos herodes. Soria, Bernat, no sea usted Herodes, no sea Pilatos. No sea su propio dios hijo. No se considere tan importante. ¡Qué pena me dan sus palabras de barro!
Un saludo
0 comentarios