EL DÍA DE SAN CHEZ
No se encuentra en el santoral. Por más que miren, este santo no está reconocido. Es imposible otorgar esa cualidad a nadie en vida. En este caso, confiemos en que su muerte esté muy distante.
El nuevo secretario general del Psoe, distinguido pupilo de Dª Susana, no consigue sus alas y, con ellas, remontar el vuelo. El efecto-rémora Rubalcaba pesa toneladas. Las corruptelas del partido se miden por unidades de millar. No se puede exigir al futuro San Chez milagros imposibles. No obstante, un poco de fe en su persona.
Su reunión con Artur Mas en Barcelona nos proporciona una dimensión aproximada de su evangelio terrenal. En un intento desesperado, don Pedro quiere convencer al todavía presidente de la Generalitat sobre la renovación del pacto constitucional y su rechazo a la consultita de las narices del derecho a que una minoría decida lo que legalmente corresponde a la mayoría. No hay beato ni santo capaz de bajar del burro a don Artur. Sobre todo, después del caso Pujol y de la presión intensa de Ezquerra.
A falta de este pan semi eucarístico, San Chez ofrecerá al sucesor de Pufol, digo de Pujol, y de Montilla el aguado vino del estado federal. Antes de decir pío, el líder, ejem, del Psoe ya se ha mostrado contrario al artículo 155 de la Constitución. Resta por conocer si respetará el 161 cuando el Constitucional suspenda la convocatoria de la consulta catalanista una vez Rajoy ordene impugnarla.
Hay gente que se lía la manta a la cabeza y arremete contra cualquier bulto sospechoso. La ley es, hoy por hoy, un bulto muy sospechoso. Lo mismo conviene que alguien se dé un testarazo morrocotudo para que los que vengan detrás comprendan lo doloroso del chichón. La teoría del aprendizaje por ensayo y error me disgusta. Pero qué vamos a hacer si no se puede encerrar en un manicomio o en una cárcel a los que no quieren aprender.
Nadie espere un milagro de San Chez. Ni siquiera curar un leve resfriado. El hombre no está para esos techos.
Un saludo.
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