CAÑETE
Las elecciones europeas de mayo tienen un hedor especial. La maquinaria de los partidos se pone en marcha a todo tren y los gases de combustión asfixian al personal, bastante sufrido ya por tantas pestilencias de corrupción. Pero bueno, es lo que toca y también hay que saber vivir con los ambientes sórdidos de la democracia.
Cañete es un ministro eficiente. Lo tengo meridianamente claro. Y un comunicador oral bastante bueno. Cosa distinta es la veracidad de sus mensajes. A este respecto, su afirmación, bíblica, de que Zapatero vendió a España en el Tratado de Lisboa por un plato de lentejas, no deja de ser chocante. Chocante pero precisa. De las que penetran en la mente de los que la escuchan y se recuerdan durante bastante tiempo.
Que si es verdad o se queda en una invectiva dialéctica contra el expresidente, es harina de otro costal. La verdad es que no anda descaminado el recién cesado ministro de Agricultura. Lo de Zp es un caso clínico, una patología política, una herida sin cerrar en el corazón de nuestra economía, una llaga purulenta en el desempleo. El hombre que amaba los servicios sociales acabó con ellos. Tal era la barbaridad de su actuación gubernamental. Mientras no pida perdón, su sino estará ligado a la mayor crisis que ha vivido España desde 1973.
Zapatero ha sido el Atila de nuestra credibilidad como potencia. Por donde pasó no dejó más huellas que la sensiblería, la palabra hueca y la memoria de conveniencia. Pobreza y recesión acompañaron sus mentiras desde La Moncloa.
La intención de Elena Valenciano de resucitar como héroe al desertor de la realidad, resulta patético. Mujeres y hombres abarrotaron las oficinas del paro durante su legislatura, inacabada precisamente por la torpeza del dirigente del caos. A partir de ahí, si predicaba igualdad, sembraba discriminación. Si lanzaba mieles de esperanza, sorbíamos hieles de desesperación.
Sin embargo, Cañete, no vaya usted más allá de lo que debe. Se admite que Rajoy ha frenado la caída libre del país, pero a costa de los riñones de los ciudadanos. Que no quiera vendernos la pericia de Mariano como el antizapaterismo. Los españolitos seguimos pillados en las redes del turnismo de los dos grandes partidos. Los otros más parecen buitres leonados a la espera de algunos restos del naufragio. A ver si les toca algún escaño y cierto aporte financiero para jubilarse como reyes, digo como parlamentarios.
Ay, Cañete, Cañete.
Un saludo.
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