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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DE CIEN ME LLEVO QUINCE

 

 El quince por ciento. Los mordiscos de la UGT al capítulo de subvenciones del PSOE-Junta se daban con la boca abierta. Nada de bocaditos degustadores. A lo grande. A lo bestia.

 

En esta merienda de negra corrupción, tan canalla es el que da como el que recibe. Nadie trate de eludir su responsabilidad en el latrocinio.

 

La pregunta ante el penoso espectáculo es sencilla: ¿qué va a pasar en adelante? Si hasta la fecha, todo el pescado está vendido, alguien deberá eliminar cualquier trazo normativo que permita a la chorizada sindical y juntera seguir su tarea de desfalco sistemático de los bienes públicos. En caso contrario, que la juerga prosiga y que los tiburones ugetistas  hagan buenos a los banqueros de las preferentes, a los carteristas de cuello blanco, a los especuladores del ladrillo y a los políticos de carnet en boca.

 

Me consta que los sindicatos del lujo y los socialistas de la ostentación van a negar la realidad y a denigrar a los que tiran de la manta. Que si la prensa manipula. Que han podido cometer errores, pequeñas irregularidades. Que se está montando una gigantesca estrategia antisindical por parte de los medios de ultraderecha. Que todo se reduce a una campaña orquestada de descrédito contra la gente pobre. Que, en fin, es el resultado de un rosario de infundios sin base para acosar y derribar a los líderes del movimiento obrero. 

 

Los Méndez, Pastrana y otros pepilucis del montón de escombros éticos debieran querellarse, desde ya, con los difamadores. Si tuvieran las manos limpias, dejarían el litigio en manos de los tribunales de justicia. No esperen a que las denuncias judiciales partan de los periódicos. Que se adelanten los injuriados o calumniados. No lo harán. Si a lo largo de más de un siglo de historia, UGT ha proporcionado a la sociedad grandes hombres, los últimos de Filipinas han maltrecho la justa fama de aquéllos. Los del presente no tienen más obsesión que acaparar riquezas. Son los nuevos usureros.

 

Si las cuentas están bien auditadas, qué han de temer. Silencio de los degolladores de corderos.

 

Un saludo.

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