EL DESASTRE SANITARIO ANDALUZ
Desastre no viene de SAS. Pero como si viniera. Dejar la sanidad en manos del Servicio Andaluz de Salud es como pedir estudios a Elena Valenciano. Un imposible actual.
Los sindicatos de médicas y de enfermeros se echan las manos a la cabeza. Nadie enferma en verano. La consejera de Salud garantiza la actividad asistencial con la misma credibilidad con que Griñán niega su intervención en el fondo de reptiles. Cierran camas y clausuran ambulatorios y la señora nos cuenta el rollo macabeo de que los ciudadanos podemos estar tranquilos. A esta gente le importa un cominero la atención al paciente. Y un angelito caído la calidad del servicio.
Doña Montero se queja de los recortes de Mato mientras emplea la tijera con el entusiasmo del más neurasténico podador. Nos venden después la burra de la sanidad pública. El jumento está cojo y con cicatrices por todas las partes de su cuerpo. Los que pueden se apuntan a los seguros de medicina privada. Los que no pueden, también. Antes que comer tres veces al día, se quitan la cena pero se aseguran la atención sanitaria. Antes que colapsar las urgencias hospitalarias, a la clínica de pago. Antes el ayuno que el dolor de la inseguridad.
Serán malos. Los andaluces no nos merecemos esta administración del Psoe. Si es que ya no saben qué tecla tocar para incrementar la factura del empeoramiento. Acudan a la etimología del término. Desastre significa sin estrella. Estrellados. Perdidos en la inmensidad del universo astral.
Permítanme la frase: que dios nos coja confesados. Sobre todo en verano. En tanto, Montero y su pléyade analfabeta, disfrutando de los mejores paraísos estivales. Toma psoecialismo patrio.
Un saludo.
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