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Francisco Velasco. Abogado e historiador

REFORMAS CHAPUCERAS

 

 El Partido Popular no deja de inquietarnos. Las medidas del Gobierno de Rajoy se quedan en la superficie. Mucha exposición de motivos. Extraordinaria declaración de intenciones. Al final, pobre concreción de actos. Parece como si Soraya quisiera transmitir lo que Rubalcaba le dicta, malévolamente, por el pinganillo. Alharacas, todas. Resultados, de verbena de aldea. Lo peor es que se crean que dan una imagen de talla sin darse cuenta de que la gente no les pasa una fantasmada más. En el orden de comunicar, me ocurre igual cuando Bretón quiere convencer al jurado de su inocencia mostrando la cara de mala leche que nos ofrecen las televisiones.

 

Allá cada quisque con sus figuras de Bélmez. Cómo un ciudadano puede creer el mensaje de la vicepresidente de España si deja que las Comunidades sigan cortando el bacalao rancio. Quién puede dar crédito a la señora Santamaría si, a sabiendas del lupanar que es la administración de tantas Autonomías, no sujeta a éstas por las riendas de los dineros. Si el PP sabe, por ejemplo, que la Junta de Griñán y Valderas se gasta más de 30 millones de pesetas cada día, sí, cada día,  para pagar a enchufados del Psoe, a cuento de qué no les corta el grifo del despiporre. Una leche frita a las dos de la tarde de una jornada agosteña. Sin agua ni líquido.

 

La verdadera reforma de la Administración pasa por dos anclajes definitivos. Uno, el objeto. Las Comunidades se han convertido en la infame turba –que titula Andrés Marín- de canallas a sueldo de un sistema corrupto. No hay que acabar con ellas. Lo que se debe es volver a los orígenes, retornar al pensamiento de los legisladores constitucionales. El segundo, el sujeto. Estoy convencido de que no hay sistema malo si existen dirigentes buenos y gobernantes honrados. Los políticos merecen la confianza del escorpión. El bicho pica por instinto y el zoon politikon se beneficia por irradiación.

 

Don Mariano lleva una legislatura que ya ya. Casi dos años tocándonos las narices y metiendo la mano en nuestros bolsillos, es tiempo más que suficiente para largarlo a salva sea la parte. Y si no mete la mano, que todavía concedo cierta licencia a su honestidad, la pata. Miren, es que este rosario de errores no lo paga su partido. Lo sufrimos los ciudadanos. Que si no sabe, a la escuela. Me da igual que pública o privada. Lo importante es que aprenda.

 

Si de verdad se quiere reformar la administración, comiencen por remover los cimientos de su propia política. Y se dejen de conciertos de panderetas. Si en las autonomías anidan miles de chorizos podridos, a colgarlos del clavo de la pared que les corresponde sin apestar al resto de la vivienda. Cualquier otra componenda resulta tan desdichada como el rostro de Bretón. Ya está bien que bien está.

 

Un saludo.

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