LA GUERRA SOCIAL
Las manifestaciones de Toxo y Méndez son auténticas declaraciones de guerra. Si el Gobierno de Rajoy no atiende el clamor de los pancarteros, que se atenga a las consecuencias. De la huelga general y de lo que haya de venir. No sé por qué, o sí lo sé, me he acordado de Amaiur. O legalizáis al partido o la guerra proseguirá. No digo yo que sea Otegi el de Comisiones o el de UGT. Sí confieso que he asociado ideas. Lo mismo que pensando en Rubalcaba, se me ha aparecido el espectro de su amigo Eguiguren. Esto de la guerra pone de los nervios a más de uno.
En tiempos de tempestad, calma y buena mano. Brocardo de gente de bien. Para quienes hacen del conflicto, negocio, el dicho más adecuado es el de en río revuelto, ganancia de pescadores. La huelga general es una bandera de rendición. Los convocantes sucumben a su propia inanidad argumental y recurren a espolear los más bajos instintos. No les viene bien la ley y varan el barco de la legalidad entre los escollos del océano de sus turbios intereses. Siempre fue así. Piensen, si no, en la revolución asturiana del 34. O en el manejo de los acontecimientos que rodearon el golpe de Tejero. Sin ir más lejos, sitúense en la España de los atentados de Atocha.
Retomen, -y solicito su indulgencia-, la España de Zapatero. Pesadilla inacabable y no terminada. El campeón alucinado de la “champion´s” imposible podría haber dado con sus posaderas en el banquillo de acusados, como el presidente de Islandia. Junto al desnortado e incapaz político, los seleccionadores nacionales del Paro. Los mismitos que ahora rechazan las reformas de Rajoy. Con tal de seguir chupando del bote, que los destrozos permanezcan y que los escombros no se retiren. Alertábamos sobre un otoño caliente pero la primavera se antoja tórrida. Tórrida y seca. Callejera. Sin árboles como refugio ni fuentes para mitigar la sed.
El último, que cierre la puerta. La pieza final del puzle autonómico está a punto de caramelo. Si la pierden, morirán en su laberinto de ambiciones. Andalucía es el postrero estandarte de unos politicastros pendones y pellejos. Griñán conserva la máscara de la serenidad porque tras el disfraz le hierve la sangre de su derrota. Un hilo finísimo le une a la esperanza improbable de retener su fortaleza privada. Izquierda Unida se llama el sedal de pesca. Valderas, el carrete. Si Arenas es previsor, no entrará en el juego de rol del debate en Canal Sur. Sería un suicidio. Como si Mariano accediese a una entrevista con Iñaki Gabilondo en la tele de Roures.
Griñán y Valderas pueden seguir galleando. Sus discursos son de chicha y nabo. Valen lo que su respeto hacia seis millones de parados. Nada. De la maltratada clase trabajadora, sacan los jugos finales. A ellos escamotearon los expedientes de regulación de empleo. Y las mariscadas. Y los puentes escabrosos a Punta Umbría. Y el AVE que nunca volará. Y el desdoble a Badajoz por una carretera de muerte. Y el aeropuerto fantasmagórico de una Huelva que abandonaron a su mala suerte. Como están perdiendo por goleada, se llevan el esférico, apalean a los árbitros, cambian el marcador, secuestran a los periodistas y a tomar por allí las reglas de juego democráticas.
A ver, elijan. Si quieren paz, voten al Psoe. Si guerra, al PP. El que avisa, no es traidor. El tema es que acaso no sea un aviso, sino una amenaza. Por qué será que, de nuevo, Amaiur asalta mi recuerdo.
Un saludo.
0 comentarios