RESOL
Que no es Repsol. Resol. Nada de petrolera. Naturaleza. Reverberación del sol. Reflejo de la luz sobre una superficie bruñida, lustrosa y brillante. Como el metal que se calienta hasta la incandescencia. El que no haya padecido el calor morboso de Huelva en las horas altas del verano, no sabe lo que es el resol. El lorenzo de Huelva es extremo como la ciudad. Se hincha de humedad y se te mete por los huesos provocándote mares de sudor.
Se entiende que la gente inunde las espaciosas y frescas salas del cortinglés. De compras o de paseo. Las calles del centro, desiertas. Por descubiertas. Por no entoldadas. La asociación de comerciantes, la foe y la cámara de comercio, enfangadas en su perpetua mirada al ombligo particular. En esta época de necesidad, menos ingenio. Así nos va. Qué tipo de burguesía tenemos en Huelva. Prefieren la subvención antes que dar curso a la creatividad. El negocio viene de lo público en vez de proceder del público. El matiz es elocuente. A estas organizaciones pseudoempresariales les pasa lo mismo que a los falsos sindicatos. Viven del pesebre. Con los ingresos de las compras y las cuotas de los afiliados, ni para pipas.
Cómo es posible que las calles del centro de Huelva estén asociadas. Para grupos como éstos, mejor, y más barato, la iniciativa individualizada. Todos, señoras y señores. La gran superficie comercial de la ciudad se halla al aire libre. Pero no al raso. El centro puede ser un emporio y un motor de desarrollo de la ciudad. Pues no. Un lugar de tránsito que se recorre a la mayor celeridad para protegerse de los dardos venenosos de la cruel solanera. Las calles peatonales se quedan vacías. Como un domingo infernal de agosto a las doce de la mañana. Ni un alma, no sea que se la lleve el diablo rojo.
Hay ciudades que pertrechan sus líneas de ingreso económico, que acorazan sus líneas de defensa patrimonial y que blindan sus torres albarranas. Defienden el turismo y dotan la actividad industrial privándola de humos y poluciones. Esas ciudades no son Huelva. Entre ellas no se encuentra la nuestra. Los llantos de los comerciantes y de las administraciones suenan a murmullo del río popular que se queja monótono hasta que, avivado por lluvias copiosas, termina por recuperar el espacio del que fue despojado.
En Huelva nos escandalizamos por cualquier alboroto callejero. Sin embargo, mostramos nuestro pasotismo irredento cuando de emprender se trata. Que emprendan los sevillanos. Total. Si las calles del centro no tienen toldos, no pasa nada. Los directivos de su asociación siguen viviendo a cuerpo de mercader veneciano. Lo peor es que no tenemos un Shakespeare que novele la realidad.
Si por mí fuera, colocaría a todos bajo la gerencia del leroymerlín, del Carrefour o del ikea. Veríamos cómo la cosa cambiaba. Radicalmente.
Un saludo.
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