LA CHICA DE PRESIDENCIA
El señor Chamizo ha metido la lengua en vinagre. El hombre anda cabreado. Don José se ha acostumbrado al carguito de defensor del pueblo. Diecisiete años en la cúspide crean síndromes totalitarios. El defensor soy yo, diría en versión chapucera del absolutismo del monarca francés. Se va porque quienes tienen el poder subjetivo de nombrarlo lo hacen valer para despedirlo. O acaso se creía que sus méritos justificaban el prolongado asiento. Venga.
De pronto, nuestro mejor amigo, el que nos concede su cariño, nos otorga sus favores, nos apoya en nuestro desánimo, se convierte en enemigo irreconciliable porque una vez en la vida, una sola vez, no nos ha prestado el sostén que pretendíamos. El Psoe, que más que amigo fue cómplice, le ha retirado el contrafuerte y el arbotante. Derribo garantizado.
Hay que saber perder. El pueblo andaluz está hasta las orejas de tantas derrotas sociales y económicas. Y ahí lo tienen. Tan engañado como el primer día. Votando a quien lo empobrece y dando aliento a quien le quita la vida. El señor Chamizo es defensor, pero no pueblo. Cuanto menos populacho. Tanto tiempo en la élite del dispongo le ha restado sensibilidad.
Chamizo: la consejera de la presidencia no es la chica de la presidencia. No se revuelque en el lodo de sus insatisfacciones personales. Ni un parlamentario de la derecha se reduce a algún psicópata del Pp. Si pierde los papeles ahora, qué habrá extraviado en el pasado. Es evidente que Chamizo no es la voz del pueblo y que no dice lo que el pueblo dice. Si así fuere, la marea de corrupción de la Junta nunca hubiera alcanzado la categoría del tsunami que hoy es.
Los políticos, don José, no están a la altura. Obvio. Usted, tampoco. Ni ayer ni hoy. Mejor haría en callar. En seguir callando.
Un saludo.
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