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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL CÓNSUL SIN HONOR

 

La República de Roma colocaba en el rango más alto de la magistratura al cónsul. Menuda tarea se le confiaba. Dirigía el Estado y mandaba al ejército en campaña.

 

Un cónsul es, hoy día, un funcionario estatal destinado en un país extranjero. El Ministerio de Asuntos Exteriores lo designa con el fin de satisfacer las demandas de ciudadanos españoles. En general, trabajan menos que los reyes magos.

 

Nuestro hombre en Boston ha sido destituido. Qué injusticia. El hombre no se quiso enterar del atentado durante la maratón. El infeliz ignorante, gran dominador del arte de estar mano sobre mano, no pudo resistir la masa de trabajo que se le avecinaba y cerró el chiringuito consular. Total, se dijo, para un centenar de españoles, no voy a estar dando vueltas tontamente.  Si hay que cerrar, se cierra. El que quiera vendas, al hospital. Si cama, al hotel. Que refugio, a la comisaría. Para telefonear, el móvil que andamos apurados de presupuesto. A ver, pensaba, qué pinta aquí tanta gente rara vestida con calzones cortos o en chándal. Para correr, al campo.

 

No, no. Se cierra y a quien dios se la dé, Sampedro se la bendiga. Qué injusticia, papi. Y va el margallo de turno y le arrebata el chollo. Será…

 

Hombre, si por lo menos fuera embajador. Pero cónsul. Así no se hace patria. Patria se hace propinando al interfecto un coup de pied, que dicen los franchutes, en sus santas posaderas.

 

O acaso destinarlo a Caracas. A territorio de Maduro. Sin sueldo durante un par de meses.  Lo mismo se nos hace bolivarista.

 

Un saludo.

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