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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CAUDILLO VALDERAS

 

Don Diego Valderas se postula como el andaluz Chaves redivivo. El vicepresidente de Griñán, pie cojo del gobierno de la Junta, suscribe las palabras de su correligionario Castro acerca de exportar a España las medidas puestas en marcha en Venezuela por el recientemente fallecido dictador. La ideología de Valderas se puede escribir con brocha gorda en la cabeza de un alfiler. El comunista, que lo es tanto como servidor afgano, tiene la capacidad de introducir las libertades individuales en un recipiente de cristal y cerrarlo mediante la técnica del vacío. De cuando en cuando, se limita a exhibir el frasco y recordar a la grey que en el tarro de su ambición encierra los derechos de los ciudadanos.

 

Da miedo. Valderas es un tipo peligroso. Si ha sido capaz de sostener, con su pata de palo política, al gobierno corrupto de los EREs, no le dolerán prendas a la hora de eliminar cualquier medio de comunicación que contraríe sus intereses particulares. Un señor que nombra a sus amigotes al frente de oficinas de vicepresidencia para compensar favores pasados, es digno de ser tenido en cuenta y no darle la espalda. El político que no se sonroja ante la deriva económica de nuestra Comunidad y que lleva treinta años comiendo del pesebre público, constituye una amenaza para los derechos de los más desfavorecidos. Y de los favorecidos, ni les digo.

 

Defiendo el comunismo como religión laica con la misma firmeza con la que respeto el cristianismo como doctrina abrazada por millones de personas. Sin embargo, sólo creo en la filantropía como ejercicio de una acción de ayuda al prójimo. Los pontífices religiosos y laicos suelen escarbar en el cerebro de los pobres para chuparles la materia gris que almacenan. Yo comparto la necesidad de un modelo económico que reparta la riqueza desde una posición más justa. Pues claro. Pero también me precio de tener dos dedos de frente y tan pequeña magnitud es la que me invoca la práctica hechicera del vudú como arma de sumisión. ¿Se imaginan a Cayo Lara al frente del Banco Público de España? ¿O a Llamazares liderando el neo Ministerio de Información?

 

Valderas no tiene dos dedos de luces. La suya es la manifestación lumínica de una noche de colombinas con disparo de cohetes verbeneros. Uno está convencido de que, a este paso, si la economía no remonta, si la sensatez permanece exiliada en la tierra de corruptos de derechas y de izquierdas, mientras los ayuntamientos no prescindan de asesores inútiles e ineptos, en tanto los organismos públicos sigan aplicando la estrategia de la tierra quemada de la opacidad, si la banca permanece subida a lo alto de sus privilegios seculares y si la justicia no levanta la cabeza aprisionada por la rueda de molino de su incompetencia, los caudillos brotarán como hongos en esta España de seis millones de parados.

 

Acaso no sirva de lección a muchos la clase de dictadura que durante cuarenta años nos impartió el franquismo. Desde luego, a mí, sí. Tener a un caudillo como Valderas al frente de esta España que se desploma, sería la peor herencia que podría dejar a mis hijos. El poco legado material que les pueda traspasar desaparecería en la noche de los cuchillos largos de estos comunistas amigos de sus riquezas y enemigos de los bienes ajenos. Lo mío es mío, dicen y lo vuestro, mío también. El pueblo, encerrado en su estrecha urna de cristal.

 

Arráez Valderas. Que bese sus pies quién usted sabe.

 

Un saludo.

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