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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL TIEMPO INMÓVIL

 

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Cuando Fray Luis de León pronunció su “decíamos ayer”, no hacía sino relativizar el transcurrir de los años. Todo pasa y todo queda, que escribía Machado. Poeta uno y poeta el otro. El tiempo expresaba la angustia existencial del gran Baudelaire. Las flores del mal nos deja versos admirables acerca de los relojes cuyo tic tac nos crea la conciencia de que la vida, lejos de ser infinita, debe ser aprovechada. No siempre es así. Diré más: casi nunca lo es.

 

Es curioso. En pleno franquismo, el que fuera ministro Utrera Molina destacó como representante de una de las vertientes moderadas y aperturistas del régimen. Aquellos años no volverán. Porque nunca se fueron definitivamente. Nos prolongamos en nuestras palabras y dejamos nuestra huella en los escritos. José Utrera Molina, suegro del ministro Gallardón, otro que presume de liberal y de progresista, anda preocupado a causa de la situación propiciada por el catalanismo y, en especial, por el presidente Artur Mas. Utrera no se anda con chiquitas. En un soplo acaba, cual huracán tropical, con el problema. Se declara el estado de guerra, se destituye a Mas como reo de un delito de traición y se hace actuar al ejército. Ahí, con dos narices.

 

El problema catalán es un apéndice del histórico problema regionalista que viene enfermando a la sociedad española desde el XIX. Siglos atrás, los remedios fueron efectivos en cuanto a resultados inmediatos pero no se acercaron al epicentro. Las leyes, señoras y señores, las leyes no se redactan como ornamentos florales sino como exigencias de una realidad que acucia. Una vez aprobadas, han de cumplirse procurando que los jueces se ajusten a su letra en vez de interpretarlas al mandato de su subjetiva y parcial subjetividad. Cuando esto ocurre, la  llaga adviene gangrena y sólo cabe cortar o morir.

 

Las medidas propuestas por Utrera Molina son descabelladas. Desde el punto y hora en que utiliza la ley como catapulta de sus pesadillas históricas. La democracia no es un régimen, sino un sistema. Las apologías del franquismo más inhumano no pueden tener cabida en una España que se rige por el derecho, que defiende el carácter social del Estado y que descansa su soberanía en el pueblo. Editoriales como el de Utrera Molina hacen daño al país. Tanto como las incendiarias declaraciones del desvergonzado político que es Artur Mas. La Constitución nos ofrece fórmulas para poner en su sitio a quienes se juegan a los dados el interés nacional. A ellas acudamos. El tiempo del totalitarismo no ha pasado y las tentaciones fascistas son muy fuertes.

 

Desde esta atalaya que me concede mi libertad de expresión, invito al señor Utrera a meditar sobre el alcance de sus palabras y sobre la carga de dinamita que regala a los defensores radicalizados de la independencia catalana. Bastante tenemos con soportar a estos indeseables para que remeros del pasado vengan a darnos lecciones de pulcritud legal.

 

Inmóvil el tiempo de algunos desahogados. Reloj. Baudelaire: “Pronto sonará la hora en que el divino Azar o la Augusta Virtud, tu aún intacta esposa, o el Arrepentimiento (¡Oh esa posada última!) todo te dirá «¡Es tarde! ¡Muere, viejo cobarde!”.

 

Un saludo.

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