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Francisco Velasco. Abogado e historiador

SENTIR Y PADECER

 

 

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Cataluña es más que una fuente de noticias. Un manantial de conflictos. El escenario en el que se ensaya el auto sacramental de la nueva inquisición política nacionalista. Un vergel para aprovechados y el edén de las serpientes del tres al diez por ciento. La patria chica de los Pujol y la hija de la gran madre de los nadadores que guardan la ropa.

 

Me da igual el partido si los militantes vacilan y qué me importa la ideología si los que la esgrimen carecen de principios y, por supuesto, de escrúpulos. Del Partido socialista de Cataluña sólo puedo esperar que hoy la clave por delante y mañana acuchille por detrás con tal de estar presentes en todos los cirios, fúnebres, nupciales, bautismales o cortesanos. Del partido Popular, aguardo el estallido de dos estilos diferentes de hacer país: el de Sánchez Camacho, que cada día se aproxima más a las tesis pseudoconciliadoras de los fundamentalistas, y el deVidal-Quadras, bien cercano a las posiciones de firmeza frente a los 55 días en Pekín que, está al caer, se van a rodar en la gran muralla de la Generalitat. Haga juego, señor Rajoy. No obstante, actúe como profesional. Valore las cifras y apueste sobre seguro. Como se equivoque, de nuevo, o galleguee, como suele, el zapatero remendón tendrá que perforar varios agujeros de su cinturón gubernamental.

 

La independencia de Cataluña ha dejado de ser un desafío de Artur Mas. La creación del Estado catalán es la única salida que tiene el separatismo pequeño burgués de esa región de España para justificar la nihilidad de su gobierno actual y del pretérito tripartito. Si las elecciones inminentes no otorgan al catalanismo los votos suficientes, ese territorio va a convertirse en una olla exprés sin válvula de escape. Es probable que las declaraciones de Alejo Vidal no frenen el fenómeno nacionalista. Lo que es seguro es que las palabras contemporizadoras de Alicia Sánchez dan alas a la vertiente más sibilina de la secesión. Ocurre siempre lo mismo. Contra las palabras desintegradoras no valen eufemismos baratos. Firmeza, respeto y legalidad son los pilares de los políticos experimentados y de los estadistas de pro.

 

El ejército no debe intervenir la Autonomía catalana. La justicia, sí. El Gobierno no puede encerrarse en la checa de su inanición decisoria. Lo de la Guardia Civil es lo mismo que lo de los mossos o que la policía nacional. Si han de actuar, deberán hacerlo con arreglo al mandato del Ejecutivo español. Si Artur Mas no se quiere enterar del valor de un peine, el segurata del supermercado tendrá que retener sus ansias delictivas y atender la llegada de la autoridad.

 

No me gusta eso de aquí no pasa nada o del todo discurre con normalidad. Es pura propaganda fascista. Al pan, pan, Alejo. Al vino, tinto de verano, Alicia. Las cosas claras y espeso el chocolate. Si unos sienten, otros no podemos padecer los sentimientos pusilánimes de los primeros. Esta gente del PP debiera aunar sensibilidades y mostrar a la ciudadanía española que nuestro Gobierno carece, aparte de la estupidez del gabinete zapatari, del veneno que aceptó de sus predecesores.

 

Lo dicho, sentir, todos. Padecer, algunos. Y eso sí que no.

 

Un saludo.

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