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Francisco Velasco. Abogado e historiador

GÓMEZ SIMPSON.

 

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 Tomás. Secretario General de la sucursal madrileña del Psoe. Látigo de la corrupción y almuédano de la autoridad moral, predica mucho pero trigo, poco. De granito, su cara. Bífida, su lengua política. Es una especie de teleñeco al estilo Goomer Simpson.

 

Amante del lujo con dinero ajeno, reprueba la austeridad propia. El Partido Socialista, ejem, de Madrid tiene su sede en un edificio de notorio caché en una zona de alto standing, junto a la Gran Vía de la capital, en el conocido Palacio de la Prensa. Como el edificio no es propiedad, el modoso dirigente no tiene empacho en pagar casi diecisiete mil euros al mes por alquilarlo. Alrededor de tres millones de pesetas mensuales. Claro, que viva el lujo y el que lo trujo, dice don Tomás mientras se atusa el tupé y saca brillo a su jersey de cuello alto.

 

Bueno, mientras los afiliados paguen sus cuotas, allá ellos. Nada de eso. Con las cuotas de los afiliados no pagan ni al portero de la finca. El dinero les llega vía contribuyentes que, prestos, animamos a nuestros amados gobernantes a vivir como reyes en un país cada vez más republicano. Venga ya. Eso, mientras paguen al propietario. Lo peor es que ni abonan las mensualidades ni están en condiciones de hacerlo. Por deber, hasta callarse. A Hacienda y a la Seguridad Social le adeudan un pico. No se preocupen. Nada emprenderán contra el gran señor del poder socialista en Madrid. Si fuera contra un currito cualquiera, ya les diría yo que se encadenaran a lo primero que encuentren porque el lanzamiento es inevitable.

 

Mientras centenares de miles de españoles sufren el espectro del hambre y millones de conciudadanos padecen la herida del desempleo, en tanto los trabajadores se adaptan a los rigores de la empresa y los funcionarios se someten al recorte de la Administración, el señorito Tomás Goomer Simpson se pavonea en su palacio con techos de pan de oro. El señor Gómez no es de la derecha ni posee empresas, que se sepa, con las que pueda mantener ese tren de vida social. Tomás Gómez es socialista y sociolisto. Los que contribuyen a que este estado de cosas se mantenga en el escándalo permanente son tan responsables como el jefezuelo de la secta que permite la mangancia.

 

Lo que me admira es que la banca o la propiedad no hayan iniciado ya las acciones legales pertinentes para desalojar a este deudor privilegiado. En qué quedamos. Somos todos iguales menos los tiranillos “goomer” que, de vulgares, reclaman un lugar de excepción en la pirámide de la demagogia política.

 

Quien te ha visto, Tomás, y quién te ve. Queda por comprobar cómo te veremos. Simpson de carne y hueso.

 

Un saludo.

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