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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL PRÍNCIPE DEL PUEBLO (A LO BELÉN ESTEBAN)

 

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 Sánchez Gordillo es un señor. Me guste, que nada, o no, no lo descabalgo de tal consideración. Del mismo modo que no le apeo de su condición de parlamentario ni de aforado ya que el susodicho la tiene en altísima estima. No se baja del privilegio por mucho que cubra su cabeza con sombrerito campesino de paja y cubra su cuello con pañuelo palestino.

 

Este verano, aprovechando la canícula, se ha puesto al frente de sus huestes jornaleras y, al calor del jaleo de sus incondicionales, ha emprendido una marcha mediática al estilo de la “belenesteban”. Gordillo es el príncipe del pueblo y, desde esta atalaya, desempeña el rol de líder guevarista en la farsa ridícula cuyo guión, montaje y dirección le es atribuible. Es el Alfred Hitchcock de una subproducción financiada con dinero procedente de no se sabe qué cenáculos políticos.

 

El señor Gordillo okupa lo mismo un supermercado de barrio que hace acto de presencia en el hall de una entidad bancaria de pueblo, u organiza una comilona campestre en hotel de lujo. Se pasea por esta Andalucía griñanesca y valderitas como Perico por su casa. Ni la Benemérita puede meter en cintura a la tropa de pintureros. Poder hacerlo, sí. Que tengan órdenes de inhibirse, sobre todo. Buena es la Guardia Civil para que las barbas de don Gordillo se impongan a la eficacia histórica de este Cuerpo de Seguridad.

 

Y digo yo que por qué el señor Gordillo no hace honor a su talento creador y, lejos de deambular de flor en flor del capitalismo desmochado, no se acerca al Hospital de las Cinco Llagas y levanta en su interior los cuarteles de su invierno ideológico. Qué mejor marco teatral para que su obra se inmortalice. Incluso puede concurrir, en leal competencia, con sus aliados del Psoe en los cuestionarios no formulados a los deponentes estreñidos de la comisión de los EREs. Sería grandioso. Lope de Vega  y Shakespeare enfrentados en la tragicomedia de sus vidas.

 

No lo hará. Sánchez Gordillo no tomará café en los salones del Parlamento. Al menos con la panda de extras. Pudiera ser que el padre de los pobrecitos campesinos se dignara leer a Calderón de la Barca. En su Alcalde de Zalamea, se invierten los papeles de sitiado y de sitiador. Permanecen, sin embargo, el factor de la violación y el concepto del honor. Crespo debió entregar el reo a la justicia pero prefirió castigar al violador de su honra. La esencia se halla en lo primero. La forma en lo segundo. Gordillo tiene el deber de defender a su pueblo y denunciar a quienes verdaderamente lo sojuzgan. En cambio, se pone al frente de un grupo que a nadie representa y toma las de Villadiego. La honra, Señor Sánchez, no está en los atajos sino en el foro de la soberanía popular.

 

Por lo que parece, ni Zalamea es Marinaleda ni usted es Crespo. Éste hubiera acudido al Rey. Como usted se las da de republicano, diríjase al Parlamento. Al de Andalucía. No al Congreso de los Diputados. Al Hospital. Para que se lo hagan ver. Para que veamos. Para que usted vea. Príncipe belenestebanita del pueblo.

 

Un saludo.

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