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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ECHAR CULPAS

 

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 Javier Fernández es delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía. Un político saltarín. De oficio desconocido trasladóse a política municipal. De ésta, trepó a Medio Ambiente y, puestos a subir, izó el estandarte hasta el actual cargo. Lleva viviendo de lo público una pasada de años. Debe ser de los que no se mueven.

 

El señor tiene que ser listo. Antier, la calidad de los servicios debía ser mínima a juzgar por el alto número de políticos. Hoy, a la fuerza ahorcan, el osado gobernante afirma que son menos pero más eficientes. La austeridad, que despreciaron durante lustros, designa un nuevo modo de recortes. Se prescinde de los servicios sociales pero se incrementa la palabrería hueca. Javier Fernández llama retrasos a los impagos de meses y modelos de desarrollo a las iniciativas empresariales abandonadas. A este ritmo, el susodicho vocero hará carrera. Ello si no recela de las ínfulas autonomistas de Valderas y otros gordillos.

 

Con todo, la nómina conlleva la antipropaganda previa de cabecera. Dar coces dialécticas al Pp y propinar zancadillas a Zoido. Que si el alcalde de derechas culpa a Griñán de las carencias de Sevilla. Qué malo Zoido y qué bueno Griñán.

 

La culpa implica mensaje de maldad y de vergüenza. En psicología, el culpable busca un castigo de forma inconsciente. La culpa es tan negativa que nadie quiere cargar con ella. Psicología elemental. Fernández abomina, en su fuero interno, de la gestión a emprender. Acaso por ello, alancea a diestro contra la diana de todas sus invectivas. Su permanencia en la poltrona depende de ello.

 

La culpa es un sentimiento que se ha de abordar desde la responsabilidad. Ésta se escribe desde la honradez, la cual descansa, a su vez, en el sentido del honor y del deber personales. Lo demás son garabatos ininteligibles y alharacas de bufones. La austeridad que se vende como virtud no es sino una necesidad generada por los infames comerciantes de la vida pública.

 

Lo que Javier Fernández no explica ni explicará jamás es la similitud entre su cargo y la simonía. Forma parte de la legión de magos que, como Simón, quiso comprarle al apóstol Pedro su poder para hacer milagros. Los milagros de sacar del arroyo profesional a determinados individuos para hacer de ellos un coro de designados por el dedo todopoderoso de la propia Junta. Y si no, que argumente cómo es posible que los tribunales hayan anulado centenares de puestos de libre designación. Centenares entre los denunciados. Por millares los que no llegaron a los juzgados.

 

La querella por las investiduras tuvo lugar durante los siglos XI y XII entre Papas y Reyes. Hoy día, entre simonías e investiduras, la Junta patrocina el cachondeo mundial de enchufes olímpicos. Echar la culpa al adversario del crimen propio convierte al individuo en un despojo humano. Si no hay reconocimiento del mal, cómo puñetas, señor neodelegado del Gobierno de Griñán, se atreve usted a dar lecciones. Échese la culpa de su silencio cómplice. Por lo menos.

 

Un saludo.

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