ACORRALADA

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Cristina Cifuentes no olvidará el dolor de un escupitajo ni la herida de un insulto ni el miedo de una persecución. Cifuentes es delegada del Gobierno de Rajoy en la Comunidad de Madrid. Caminaba sola por la calle. Como una ciudadana más. Sin escolta policial. En momentos de fuerte tensión. Acorralada. Fue cercada, vejada y acosada por un grupo de valentones de calle.

 

Nadie me diga que esos cobardes actuaron movidos por la cólera provocada por los recortes del Ejecutivo. No me justifiquen su acción. Si empezamos por ahí, seremos millones de descontrolados los que nos lancemos a las calles y convirtamos España en un escenario de muerte y de atropellos. No. Los energúmenos que persiguieron a la señora no pasan de ser unos bocas sueltos que lo mismo se arrojan sobre una mujer que sobre una niña. Indefensas.

 

Menuda partida de canallas. Si los problemas de España se quieren resolver por la vía de los palos, caminamos en la dirección adecuada. En cambio, si esas actuaciones se incluyen en el seno del problema y no en el camino de la solución, será preferible que moderemos nuestras conductas y, sin renunciar a nuestros derechos, hagamos valer los mismos a través de los procedimientos legales. Lo que han hecho a Cifuentes es una animalada. Sus autores, unos gusanos comedores de carne muerta.

 

Y mientras nos condolemos, la contundencia huye de la acción punitiva del estado. Dejas libres a unos y aplaudes la futura tropelía de otros. Total, sale barato.

 

El imperio de la ley es algo más que un concepto. Es un espíritu de la democracia. No se olvide.

 

Un saludo.