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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DE CUBA VENGO

 

 

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 Y si Cuba es un país democrático, por qué la gente tiene miedo a hablar. Y si no es una dictadura, a cuento de qué los cubanos toman las acuosas de Villadiego. Que me lo expliquen. Cualquier excusa es buena para poner mar por medio. Que se lo digan a dos actores de “una noche” que aprovecharon la escala en Miami para despedirse a la francesa.

 

El término comunista es tan hermoso como cruel. Compartir es  la exteriorización de una voluntad propia. Nunca la exigencia de una disciplina ajena. En el primer caso, se configura como virtud. En el segundo, se ordena como delito. El régimen castrista cubano se alinea en esta última opción. Uno admite el derecho de igualdad como adjetivo que especifica y califica a las libertades. Por ser iguales, podemos ser libres. Al confundirse igualdad con uniformidad, la libertad se hunde en las entrañas del infierno. Es el momento en que aflora el fascismo represor.

 

Engels fue un adelantado a su tiempo. Marx escribió una historia y Engels puso suelo a la misma. Resultado de una conciencia falsa. Así definió a la ideología. Falsa conciencia porque pretende encerrar la libertad de cada individuo en la habitación del pánico donde se refugian las libertades colectivas. Espíritu sereno que pareció prever el alcance de las dictaduras de izquierda, desde la soviética de Lenin a la castrista de Cuba pasando por el franquismo en España. Así, decía, cuando sea posible hablar de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Muy cierto. Le faltó concretar el Estado leviatán de Hobbes.

 

Las izquierdas que en el mundo vegetan siguen pegadas a filosofías de inmensa hondura y de superficial raigambre social. Persiguen el poder en pos de la libertad y pierden ésta cuando alcanzan aquel. Eso sí, a medida que las libertades teóricas crecen, las libertades prácticas fenecen. Es el signo de los demagogos que prometen al pueblo la fuerza que jamás les permitirán. Después llega la angustia y la prisión es la casa del pueblo.

 

Aguardiente para olvidar, cantinero. De Cuba. Los cómicos de Bardem, los actores de la noria, la "progredumbre" de la salsa rosa, los llamazares flamígeros, mercenarios de Castro rey. El pueblo padece el vértigo de la insularidad y no dispone del jenjibre o de la biodramina contra el mareo de su miedo. Los más desesperados dejan allí su vida y su hogar, pero hallan fuera la libertad que da sentido a su existencia. Los actores lo consiguieron.

 

Algún día, no muy lejano, el tsunami democrático devolverá a Cuba su dimensión de libertad. Y millones de cubanos podrán decir: a Cuba voy y de Cuba vengo. Ojalá sea pronto.

 

Un saludo.

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