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Francisco Velasco. Abogado e historiador

JUNTA “FALSEAACTAS”

 

 Tantos ejemplos. Como churros. Lo de falsificar actas forma parte del acervo criminal de algunos halcones de la Junta de Andalucía. Si estos señores son expertos en algo, lo son en desvirtuar la verdad y en alterar la realidad. Auténticos magos de la fechoría. No de la mala praxis, que es un eufemismo como el ERE de Mercasevilla. Fechoría. Malvada acción. A conciencia. Con malas artes. Con ánimo de perjudicar a unos y de beneficiar a otros. Monumento a la discriminación y cañonazo al Derecho.

 

Se falsean actas cuando se les pone la fecha que conviene. O cuando se eliminan párrafos molestos. O cuando se agregan expresiones favorables. El fin es inducir a error y la intención, la de producir relevancia jurídica. Se pisotea la fe pública y se cachondean de la garantía constitucional. Les da igual cambiar la genuidad del documento que la veracidad del mismo. Todo sea por la pasta.

 

Ese monumento a la valentía que es la Juez Alaya lo ha denunciado. Al parecer, la Junta que ahora preside el chaconista rubalcabiano que responde al apellido de Griñán, ha podido alterar casi quinientas actas de los Consejos de Gobierno. La cifra, con ser preocupante, no es lo escandalosa que ustedes puedan pensar si tenemos en cuenta la cantidad de actas falseadas por los mil y uno organismos públicos de la Autonomía. Me sé de la directora de un Centro de Profesores que, puestos a delinquir, permite el robo de ordenadores portátiles sin avisar a la Guardia Civil del pueblo, no sea que salga trasquilado alguien de su camarilla, o del hurto de dinero en metálico que, olvidadizos ellos, se encontraba en una estantería de la oficina administrativa. Del mismo modo que se avería el vehículo particular de un asesor de la nada y se transmuta la factura del taller mecánico en varios impresos de justificación de dietas. Una cosa.

 

No cabe sorpresa. En nada de lo que gestione la Junta, se puede uno sorprender. La Juez Alaya podrá constatar, pero la atonía ha desaparecido de su rostro ante tantas golferías. Algunos funcionarios se apuntan gastos de viaje y de manutención sin moverse del lugar de trabajo y contratan despachos de abogados o proveedores externos en la certeza de las comisiones a recibir y en la impunidad que otorga el silencio cómplice de la superioridad. El sistema está tan podrido que las manzanas frescas son acosadas hasta el traslado o terminan germinando los mismos gusanos del saco de sus compañeros. Es así. Asistimos a un overbooking de canallerías.

 

La mafia no consigue mayores éxitos que esta banda de cuatreros que roban los caballos de la Administración Pública y, a continuación, borran las marcas de sus antiguos dueños y, por último, emplean hierros candentes para tatuar el linaje de los ladrones.

 

Mientras tanto, los hampones más siniestros lanzan a las ondas mensajes de solidaridad, de educación en valores, de civismo democrático y demás odas a las libertades. Mentira. Pura mentira. Los tontos pensábamos en su buena voluntad. Era mentira. Nos estaban entreteniendo hasta dejarnos en la ruina. Los “falseaactas” son sicarios de voluntades despiadadas. Se cuentan por millares. Sirven a diversos señores que, en común, tienen la avidez de las serpientes más venenosas. Si se creara trabajo sólo por limpiar a la Administración andaluza, el número de ingresados acabaría con el paro actual. Los despedidos, otro tanto. Con la ventaja de que la sarna ha sido expulsada.

 

Un saludo.

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