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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MÁQUINA LAVACEREBROS

 

Hay quienes desmienten, interesadamente, a Goebbels. Rechazan la idea de que una mentira mil veces repetida pueda ser verdad. Los que se manifiestan de esta forma, desconocen los efectos de la persistencia, los frutos de la reiteración y los resultados de la tortura. Nunca vivieron la experiencia del lavado de cerebros en la máquina apropiada. Existen, por desgracia, auténticos especialistas en esta materia. No se publicitan como tales sino que enmascaran su infame función bajo el rótulo institucional de las televisiones, de las propagandas comerciales, de las productoras de series, de los psicólogos y psiquiatras al servicio del poder, de las películas subvencionadas y, lo que es peor, de la respetable imagen de los centros culturales y educativos públicos.

 

El culto al líder es la consagración de los estados totalitarios, tanto de izquierdas como de derechas. Nadie se opone a esta realidad salvo fanáticos que no ven más allá de sus ideologías funestas. Cuando Hitler o Lenin diseñaban modelos psicológicos de manipulación de las masas, se basaban en armonizar los intereses de la personalidad del dictador con las necesidades e inquietudes de una amplia capa de individuos integrados en una clase social. Así, la convicción de la fortaleza de una raza, o la frustración generalizada por una derrota injusta, o el deseo de venganza ante una crisis económica devastadora. La acuñación del logotipo ZP respondió a la idea de crear un falso héroe que alejara tentaciones bélicas y aproximara al común su intención benefactora de amparar a los más necesitados. El supermán ZP. La campaña mediática de la “ceja” supuso la consolidación de este movimiento. Se trataba de reformar o de deformar las percepciones del pueblo en torno a determinados temas. A fe que tuvieron éxito los creadores de este embaucamiento masivo.

 

En la primera mitad del siglo XX, -y en nuestros días está cobrando un desarrollo que asusta-, aparecieron la teoría de la Gestalt y, posteriormente, la terapia de este mismo nombre. Se parte de que los sujetos perciben la realidad actual como un todo que tiene más valor que la suma de sus partes. En un partido político, la formación se marca unos objetivos que, a la postre, determinan la pervivencia de esa institución. Si la meta es el poder y su esfera de influencia, todo se encaminará a conseguirlo y, después, a conservarlo. La percepción de la realidad discurrirá por fijar la idea de que ese poder genera bienestar a la mayoría y que desaparecería justo en el momento en que ese poder se perdiera. Se desprecia la verdad de la afirmación pero se inocula tanto miedo que no caben más fundamentos que la supervivencia y, por consiguiente, la alienación. Se percibe lo que interesa al poder instituido.

 

Asusta pensar cómo una filosofía como la gestáltica, de contenido admirable en muchos aspectos, pueda ser reconducida para convertirse en un robot conductista capaz de modificar los hábitos y las actitudes de las personas. El susto devendría terror si este instrumento se trasladara a los centros de enseñanza. La manipulación alcanzaría niveles de cirugía encefálica. Se cambia por completo el comportamiento de la gente. Se le aconseja no reprimirse y que imponga sus deseos por encima de todo y de todos. Hasta el fanatismo egocéntrico. Qué ocurre si tienes pareja y la voluntad de uno de ellos no coincide con la del otro. Que no hay nada que hacer. En este momento, el más fuerte halla la excusa perfecta para desprenderse y aniquilar al más débil. La ley de la selva sustituye a la fuerza de la ley. O el débil se somete o que sepa lo que le sobreviene. Al tiempo que ese débil desarrollará la brutalidad más insultante con los que se coloquen debajo de su mando.

 

La máquina lavacerebros hace horas extraordinarias en la Junta de Andalucía. La derrota en las elecciones municipales y el duro varapalo en los comicios generales ha intensificado el trabajo de deformación. Disponen de pocos meses para adquirir nueva maquinaria. Especialistas tienen de sobra. Los dueños del antro no caben en sus refugios.

 

Un saludo.

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