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Francisco Velasco. Abogado e historiador

VOTAMOS

 

Primera persona del plural del presente de indicativo del verbo votar. En plural, de democracia. En presente, de actualidad. En indicativo, de realidad. Hoy, domingo, veinte de noviembre de dos mil once, las personas mayores de dieciocho años estamos llamados a las urnas. Vamos a expresar por escrito nuestra voluntad política. Queremos nombrar a los hombres y a las mujeres que han de representarnos en el Parlamento de España. Enorme responsabilidad. La de los electores y la de quienes resultarán elegidos. Ayer tuvimos tiempo para reflexionar. Hoy disponemos de once horas para decidir.

 

Mi voto es secreto. Sin embargo, mi pensamiento se hace público en este blog. Conciliar secreto y publicidad es tarea fácil, no crean. Basta con manifestar a qué partido repudio. Es suficiente con nombrar a qué personas desprecio por su antiquísima andadura política plagada de mentiras, ofensas, exabruptos, corrupciones e indebidas actuaciones. Entre todas ellas, señalo, una vez más, a la presidente del Hotel/Capricho París. Por haber sido una lacra para esta provincia, un lastre para esta Autonomía y, de salir electa, un baldón para la ya precaria credibilidad del Senado de la nación.

 

En la cadena televisiva amiga, la del divino constructor del Psoe que colocó a su señora esposa en un cargo institucional de la vivienda municipal de Valverde, la señora presidente ha dado rienda suelta a su capacidad de fabular que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas. Se ha explayado la eximia mujer. Ha colocado en las ondas tantos embustes que, por primera vez desde que se instaló el Polo Químico, la contaminación dialéctica del aire ha superado al índice de partículas nocivas de azufre, cloro y otros productos peligrosos. Todo un despliegue de ingenio al servicio de una causa injusta.

 

La señora presidente ha recorrido el edén rufianesco de los hampones que se lucran a costa de narcotizar a incautos y de pagar a mercenarios. Cuando se ha referido a la ideología de izquierda de su partido, me han venido ganas de vomitar. Ella, cuyo rico patrimonio escandaliza a los que tenemos una casa y repugna a los que se han visto privado de ella porque el paro no les permite pagar su hipoteca. Ella. De la frente a los carrillos. Cifra el número de onubenses indecisos en más de cien mil. La duda de estos votantes no radica en a quién prestar su voto, sino en qué va a ser de ellos si de nuevo triunfa el partido/secta.

 

No se arredra la presidente en su desbarre alocado. La razón dejó de asistirle desde que se dedicó al negocio, bien pagado, de la política. Pasa de un tema a otro con el rostro lívido de miedo al ridículo pero sin asomo de rojez por la vergüenza del mensaje que nos arroja a la cara. Se atreve con todo desde el búnker del canal urbano. Los ochenta mil parados de Huelva se rebajan “apoyando, dice, a sectores productivos como el turismo, la agricultura, la pesca, una industria limpia y sostenible, y la construcción, que es una actividad que no entiendo por qué se ha demonizado”. Sobre todo, por qué la gente no se vuelca comprando los magníficos pisos de “El Godo”. O peco u peco. He ahí la cuestión.

 

El cénit de la extravagancia más mamarracha fue su alusión al AVE y al Aeropuerto. Ahí ya es que se ciscó en mi inteligencia y en mi memoria. Si esta dama de alta cuna logra su aspiración de ser senadora, se habrá labrado un retiro dorado en la cámara más inútil del parlamentarismo. Desde allí podrá retirarse y vivir de un cuento parecido al que disfrutó antes de jubilarse. Tren de alta velocidad. Aeropuerto. Se necesita impudor. Más de hora y media para cubrir noventa kilómetros ferroviarios entre Huelva y Sevilla. Ni siquiera un aeródromo es capaz de lograr esta maestra de la mentira compulsiva.

 

Sin empleo, sin infraestructuras, sin esperanzas, sin verdades, sin respeto. La fémina asesina los valores por un puñado de votos. No tiene excusas. Ni coartadas. Ni perdón. Por eso, mi voto nunca irá para ella, emperaora del palacete de la plaza de las monjas, ni para la bandita que la sostiene. Por ejemplo, el señor zangolotino y su escudero Sancho Dorribo, alias "Campeón".

 

Un saludo.

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