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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DOSCIENTOS Y CUATRO

 

 Escribo el artículo -que dedico a Paco Morán, luchador por las libertades- siete días antes de la votación. Siete días. Doscientos escaños. Cuatro razones. Con ciento setenta y seis sería suficiente. Los cuatro argumentos de la motivación, invariables. Sin embargo, a fuer de peso, doscientos y pico diputados aplastarían teorías vanas de los perdedores para justificar su derrota. El 20-N saldremos de dudas. Excepción hecha, claro está, de alguna barrabasada prevista en el bloc de disparates mortales del Rubalcaba de turno.

 

La victoria del Pp ha de ser, más que de mayoría absoluta, de ciudadanía comprometida y responsable. Doscientos congresistas, por lo menos. Doscientos senadores, como mínimo. Un Parlamento de emergencia para asistir a soluciones drásticas que reparen averías urgentes. El coche nacional es una ruina. Los conductores del vehículo patrio durante el septenio ominoso de Zapatero han dejado el motor y sus tacos para la ruina, gastadas las pastillas de freno e inservibles los amortiguadores. Montar en la cabina a tantos golfos y transitar con ellos por terrenos montaraces e inadecuados lleva al resultado lamentable que se ve y se siente. No es que haya que tunear el coche. Es que hay que arreglarlo entero para que pueda circular con decencia y sin ruidos de deudas, de déficits o de ratings. Hecho polvo. Lo han dejado para el desguace.

 

La tarea del partido que triunfe en las elecciones será tan ingente que o se le dota de medios y recursos o los objetivos de regeneración serán fallidos. De doscientos para arriba. Los votos emitidos por el pueblo español van a arrojar el perfil de preocupación nacional. Si los electores han tomado conciencia de lo que tenemos y, lo que es peor, de lo que se nos avecina si no se da un volantazo, se escrutará en las urnas. De doscientos para arriba, la flecha indicará que la situación es pésima con tendencia al desastre. Entre ciento setenta y seis y doscientos, el nivel de preocupación se mueve entre el cambio inmediato y la exigencia de mandar a su casa a los malhechores de este Gobierno mentiroso e incompetente. Ciento setenta y cinco escaños o menos indicarán que el pueblo español, en virtud de su soberanía, ha decidido otorgar a Rubalcaba cuatro años de continuidad para seguir sin hacer lo que pudo, y no hizo, llevar a cabo durante los siete años anteriores.

 

Gustará más o menos, pero la fiesta de la democracia se escribe en folios en blanco con letra plural. Bendito sistema el que entrega a los ciudadanos iguales y libres el destino de su gobernabilidad.

 

La primera razón para un cambio fulminante es la de confianza. La confianza es la cualidad que formaliza la integridad de las personas, que materializa su inteligencia y que fundamenta su energía. Para ello, es preciso ser muy cuidadoso con la verdad y hacer de la transparencia, sistema.

 

La segunda razón es la sensatez. A partir de lo que tenemos, diagnosticaremos los males y prescribiremos los remedios. Los necios nos persiguen porque sus actos se prolongan a lo largo de su vida. Es más difícil que un político adquiera sensatez que un sensato llegue a la política. Si no hay brotes verdes, habrá que aceptar la realidad para transformarla hasta que el frescor del agua y la abundancia de la cosecha anuncien la llegada de la prosperidad.

 

La tercera razón, la sabiduría. A diferencia del ignorante, el sabio no se sienta para llorar sus penas, sino que se dispone con agallas a reparar los daños de su entorno.

 

La cuarta razón se compendia en el esfuerzo. Esfuerzo que multiplique pero no que divida. Esfuerzo que se distribuya antes que se exija a unos cuantos. Esfuerzo imprescindible para que el bien de unos no provoque daño en otros. La vida es un todo que con la ayuda de todos se construye.

 

Cuatro razones para doscientos escaños. Por eso, este articulista no va a votar a la gente de Rubalcaba ni a la de Llamazares ni a la de Urkullu ni a la de Artur Mas. Porque los citados no me merecen confianza y, por consiguiente, rechazo su mesura, niego su seriedad y abomino de su idea del trabajo. Cuatro razones para dosciento escaños. O más.

 

Un saludo.

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