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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PINOCHETS PSOECIALISTAS

 La rabia es la válvula de escape que los mortales colocamos en el cerebro con el fin de que las neuronas no salten por los aires cuando nuestras emociones ardientes acaban por explotar. Es un sino, un destino al que pocos escapan. Cuando salta el termostato de nuestros sentimientos o de nuestras ambiciones, aparece la rabia. Sus manifestaciones pueden ser tan extremas que denigran, en primer lugar, a quienes las producen. En cambio, mantener el control de la válvula nos evitará años de tristeza y de arrepentimiento. La paciencia y la humildad son virtudes que rebajan los niveles de cólera. La exasperación amaina y lo efectos de la tormenta se atemperan.

 

Entre la casta política, la lucha por la imagen externa es campo de batalla. El partido se juega en casa y perder los puntos en tu propio terreno significa renunciar al campeonato. La moderación preside los actos de los gobernantes por más que el volcán de su interior arroje magma candente sin posibilidad de salida. Hasta que la naturaleza reclame su sitio y el río de lava desborde su cauce y el material se desparrame por doquier. La cara se torna roja fuego, los dientes rechinan, los ojos huyen de sus órbitas, la boca diseña una circunferencia imposible y un torrente incontenido de rayos, centellas, denuestos, insultos y blasfemias anteceden al diablo que llevamos dentro.

 

Zapatero presume de talante. Felipe se jacta de su carisma. Rubalcaba luce lámparas de sabihondez. Griñán proclama las bondades de su saber estar. Chaves, bueno,Chaves blande la espada cutre de su cualidad de “siseñor”. Todos ellos, sin embargo, cuando la calor aprieta y la muchedumbre empuja, sacan fuera la carga de mala leche que esconden y, entonces, aferrados al poder de sus instituciones de cabecera, te sacan a la calle los antidisturbios, los geos e incluso a los legionarios y a los paracaidistas. Así están en estos días que anteceden a la cita electoral del domingo “veintene”. Sin quererlo, prenden la mecha del polvorín tiránico que acumulan, en la fecha de la muerte de su odiado Franco, tan cercano el dictador a sus prácticas y tan lejano el ferrolano a sus rapiñas.

 

Trabajadores sin empleo. Obreros sin curro. De la mina y de los astilleros. Gente de Huelva que quiere y no puede. Se han cabreado. La desesperación ha parido la rabia. La rabia ha conducido a la protesta. Verbal. Pacífica. La tiranía aplasta la rabia del pueblo porque no puede contener la cólera de sus regidores. Porra en mano, la policía ha cargado contra los manifestantes. Griñán y los suyos celebraban en Huelva su día de la rosa. Los pétalos adornan el cortejo. Las espinas se clavan en los corazones del pueblo. La rosa se marchita bajo el puño herrumbroso.

 

Mario Jiménez, el portacoz de la Junta, ha llamado a capítulo a dos dirigentes de Comisiones Obreras. Nuevas promesas, hoy, que se incumplirán mañana. Las soluciones de estos pinochets locales son tan sólidas como la palabra de un trilero. Piden peras al olmo. El instinto del escorpión no se puede modificar. Mata. Indefensos y desprotegidos, vuelven a caer en la red del sempiterno engaño. Los irresponsables de San Telmo no pueden tener respuesta porque ignoran la verdad.

 

La cuenca minera de Huelva agoniza pese a las cataplasmas y a las tiritas. Los astilleros se queman entre las cuadernas de los barcos inacabados. No es sólo la depresión económica. Es la vaguada anímica de quienes sufren los horrores de una dictadura cruel. Los mineros de Riotinto y los trabajadores de la naval sevillana confiaron, ingenuos, en la ideología de un Psoe que se dice social y obrero. Inocentes. Psoe no es sino partido. Del partido, fuerza. De la fuerza, estilo. Del estilo, arma. De las armas, ataque. Ataque al mundo del trabajo. Los trabajadores terminarán votando a la derecha social. El Pp es su última esperanza democrática. El partido está dirigido por pinochetistas de puño de acero y rosa de plástico. Malditos gañanes.

 

Un saludo.

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