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Francisco Velasco. Abogado e historiador

KAGAN

 

 Pronuncien “keigan”. Califíquenlo en el grupo de los “neocons”. A partir de su nombre y de su ideología, vamos situándonos. Kagan defiende una política exterior agresiva. Frente a Obama, Bush. Como reacción al liberalismo, conservadurismo. En contraposición a la izquierda pusilánime, la derecha más entera. Así es, si así os parece, que decía Luigi Pirandello. Sus tesis son claras. Se les ve venir. Expresan, sin complejos, su aborrecimiento por las formaciones ultras de un extremo al otro del espectro jurídico.

 

El ejercicio de análisis de los textos lleva a conclusiones sobresalientes. Fíjense en el siguiente ejemplo. La Constitución española de 1978 explicita que España “se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comunidades Autónomas que se constituyan”. Por su parte, la Constitución francesa de 1958 refiere que “Francia se divide administrativamente en regiones, departamentos, distritos, cantones, y municipios (o comunas)”. Entre organizar y dividir hay un mundo de connotaciones. Organizar significa poner algo en orden. Dividir es separar en partes. Caben interpretaciones. Las que quieran. Ahí va una. España ordena lo que pudiera ser un dislate. Francia separa lo que ya está bien controlado. Aprecien matices y agreguen comentarios.

 

Fuente de sabidurías y de experiencias, de todo tipo, es nuestro vecino allende los Pirineos. La Francia de Luis XIV es también la Francia de Sarkozy. En medio, la Revolución de 1780, y las alternancias Imperio-República. Allons enfants. Con una democracia veterana más que estructurada, la France nos muestra el camino de una ley electoral bien distinta y contraria a la nuestra. La circunscripción es la base del voto y de la representación. La vecindad como plataforma impar de la soberanía popular. Los diputados al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio del Parlamento. El cambio de ley electoral se antoja como bisagra armoniosa de los intereses enfrentados de partidos nacionales y nacionalistas. Bisagra que se ha de colocar con urgencia. Al estilo francés.

 

Urge modificar las normas y procedimientos que transforman los votos en escaños. Es preciso apuntarse al sistema mayoritario a doble vuelta. Me objetarán que este sistema favorece el bipartidismo. Es posible. Sin embargo, salvo que la corrupción vuelva a enseñorearse de la escena política, no se corre el peligro del turnismo caciquil de la Restauración borbónica. Su gran ventaja, aparte de eliminar las extorsiones de los separatistas, es que el ganador goza de la mayoría absoluta, lo cual, lejos de provocar tentaciones totalitarias, abre un horizonte de gran estabilidad política. Lo cual no es moco de pavo.

 

En vez de una vuelta, doble. En dos momentos. La dispersión ideológica hace prácticamente imposible la mayoría absoluta en la primera vuelta. Los resultados primeros auspiciarán alianzas posteriores y la presencia multipartidista se materializará en un voto útil que se entregará a la formación más potente. Se garantizaría, así, una representatividad mayor porque se fomenta la relación entre sugragistas activos y pasivos de forma que los primeros pueden revocar, cuando toque, el voto de confianza otorgado a los segundos.

 

Algunos van a tener que ganarse el escaño con el sudor del trabajo para su pueblo. Cuántos. El chantaje independentista acabaría bien pronto. Qué será de ellos, entonces. Kagan en estado puro.

 

Un saludo.

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