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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL OBSTÁCULO DEL RÉGIMEN

 

Julen Agirre, pseudónimo de Eva Forest, publicó un libro, “Operación Ogro”, sobre la preparación y ejecución del atentado contra el almirante Luis Carrero Blanco, delfín de Francisco Franco. Fue ETA. Lo que no se sabe, aunque se sospecha, es quiénes fueron los cómplices de la banda terrorista. El “cui prodest” se dibuja siempre en este tipo de acciones criminales. Entonces, en diciembre de 1973, como en marzo de 2004. La cuestión es dinamitar los obstáculos al proceso que algunos pretenden abrir antes que después. O nunca. Proceso contra un régimen.

 

En plena decadencia de la dictadura, el proceso era eliminar la continuidad del franquismo. En el declive de una democracia incapaz de superar su adolescencia, el proceso pasa por lograr la ambición independentista de los asesinos etarras. Ayer y hoy, la violencia condiciona la vida política. Troya delenda est. Los guerreros asaltantes no se esconden en las entrañas del caballo de madera. Son más sutiles y menos arriesgados. Se confunden en las máximas instituciones. Condicionan con sus votos la continuidad de un Gobierno corrupto. Utilizan cabezas de puente mediáticas que se inclinan, menesterosos, ante el botín prometido. Se juramentan en el silencio. Esconden como “carcaños”, “cucos” y “samueles” el cuerpo del delito. Niegan hasta la eternidad cual discípulos desdichados de un Lenin ibérico. Fuera el obstáculo. Al precio que sea.

 

La muerte, -muerte, dónde está tu victoria- deja sabores amargos. La violencia estigmatiza las mentes. El pueblo busca en la dialéctica verdulera y morbosa del puntopelota o del sálvame la válvula de escape a la ansiedad de su fracaso económico. La brutalidad física es repelida de consuno por votantes de derecha y de izquierda. Hoy se vende el “matoyluegopido perdón”. Las excusas son el bálsamo de Fierabras que nada cura pero que para todo sirve. Ya lo recogía magistralmente Cervantes. La neurastenia colectiva de la izquierdona española utiliza el potingue para justificar su ineptitud. Los servicios sociales del Estado del Bienestar sufren los recortes sanguinarios de la tropa directiva infame que sigue a Zapatero. Los capitostes de Psoe e Iu, a falta de argumentos asertivos, atacan a la derecha y al catolicismo, ofenden a las víctimas masacradas por los verdugos, tildan de perros rabiosos al conservadurismo que ha de venir y atribuyen a la burguesía tradicional los defectos que, en realidad, sobresalen de los propios injuriadores.

 

Si la derecha lleva a cabo una verdadera y eficaz política social, qué cuarteles permanecen en poder de la izquierda. Si el Pp consigue prosperidad económica, qué trasunto puede defender la secta de Rubalcaba. Si Rajoy alcanza su objetivo de reducir drásticamente el problema maldito del paro, dónde se coloca la credibilidad de los seguidores de Pablo Iglesias. En democracia, la derecha es la fuerza que construye. En cambio, la izquierdona prostituida es el vendaval que arrasa y saquea. En la dictadura, las cosas funcionaban al revés. Algunos no han superado el “Babia” que sufrimos durante cuarenta años. No eran los fascistas quienes vivían mejor con Franco. Eran los que utilizaban el socialismo y el comunismo como coartada quienes se aprovechaban del mar revuelto de la ignorancia y del miedo.

 

El psoecialismo está obsesionado por controlar el poder. Todos los poderes. El Psoe es uno y trino en su interpretación terrenal y luciferina. Gobernantes, parlamentarios y jueces forman una piña indisoluble. No hace concesiones a la pluralidad ni siquiera de pensamiento. En su demencia neurótica, quema en la hoguera de la prensa subvencionada a los herejes, cualquiera que sea la facción en que se encuadren. La ortodoxia del Psoe es la reedición del Santo Oficio más perturbado. En aras a no perder ese poder, no dudan en remover cualquier obstáculo, incluso el sistema democrático. Veremos muchas de sus maquinaciones pérfidas y malignas de aquí a unos cuantos meses. Porque el régimen es el del Psoe, hay que triturar cualquier piedrecita que lo haga rechinar. Cuestión de escrúpulos.

 

Un saludo.

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