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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LAS PROMESAS DEL DIABLO

 

 Les invito a ver alguna de las películas de gansters que tanto proliferaron en Hollywood. El malo malo, cara de malo tenía. El bueno, rostro de honradez manifestaba en la pantalla grande. Daban el pego. El maniqueísmo del guión se concretaba en las efigies magnificadas y simplistas de los protagonistas. El éxito del film radicaba en discernir cómo el bien atraparía en las redes de la ley y de la justicia al delincuente contumaz.

 

De aquellos argumentos, estos libretos. El malo recortador de salarios y congelador de pensiones asegura que si gana las elecciones generales, ni entumece las segundas ni amputa los primeros. Más chulo que un ocho. No dice, pero todavía está a tiempo, que la merienda se incluye en el arsenal de compromisos. El Pp, sostiene el gran arácnido negro, se prepara para desguazar el Estado del bienestar. Ancha es Castilla. El desmantelador del Estado y el desvencijador de los bienestares atribuye a los populares una acción ya consumada por el adalid de las denuncias falsas. No es posible arruinar más lo que ya ha sido devastado hasta los cimientos. Sobre la nada, sólo queda reconstruir, reedificar. Como se hizo con las torres gemelas una vez perpetrado el criminal atentado.

 

Rubalcaba miente más que habla. Seguro de su facilidad para el trile, el candidato psoecialista a la presidencia del Gobierno, del que Zapatero se ha autoexcluido, insiste en la chorra de su discurso. Promete lo imposible, que miles de ingenuos terminarán creyendo lo que quieren escuchar. He ahí el triste lema de su turbulenta campaña. Cuántos españoles quedan por picar el anzuelo de tan desalmado pescador de votos del miedo y de la mentira. Cuántos. No se molesta Alfreddo en explicar cómo logrará que el sueño de un demente no se convierta en pesadilla de millones de cuerdos. Qué reformas emprenderá el exatleta que corre hacia el becerro de oro y no abraza al dios de la lealtad.

 

La economía está como para bromas. Los parados es que se se acuerdan de los muertos de los que les han conducido a su fatídica quietud laboral. Los asalariados están que aplauden con las orejas la gracieta de que Rufiancaba les va a subir sus depreciados ingresos mensuales. Por su parte, los pensionistas no mueven un músculo de la cara. La camisa no les llega al cuerpo. De tan asustaditos los pobres. Ni a los viejos respeta el maligno candidato. Podría decir la verdad, al menos una vez. Que los impuestos acechan por igual a pobres y ricos. Una verdad, hombre. Una, por caridad.

 

La Seguridad Social se apunta al déficit. Disminuyen las cotizaciones sociales. Las transferencias corrientes descienden y, en cambio, suben los ingresos por los recargos de apremios e intereses de demora. Más contento el Estado de la requisa y de las desinversiones. Se salen. De listos, se pasan. Ya lo dijo mi compañero Fernando Infante en el programa Debates en Antena que dirige Paco Morán. No es que España se vea obligada a salir del euro. Quienes se van a largar son los países ricos. Los fundadores de la Comunidad Económica. Que por qué. Por favor. Porque están hasta las ingles de los ineptos que un pueblo engañado ha puesto al frente de su gobierno. Y claro, para indignación la de los Estados serios regidos por dirigentes honestos.

 

Las promesas del diablo son escopetas que los mayores de edad apuntan sobre sus pechos cuando eligen mal. Este diablo es dueño de un arsenal potentísimo. La diana enfila la ingenuidad de los votantes. Ya saben aquello de que el arma la carga el diablo. La mentira es propiedad de Satán. No lo olviden. Nos va mucho en juego.

 

Un saludo.

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