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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DEL PP Y DEL PSOE

Dividir puede ser una buena acción. Es repartir o distribuir, entre otras cosas. Salvo que se anime a la discordia. Romper es distinto. Implica separar con violencia las partes de un todo, deshacer uniones, hacer pedazos algo, destrozar, abrir heridas, y así.

 

El cuerpo social de España comenzó a dividirse en autonomías. Se interpretó como una entidad perfectamente articulada en conjuntos solidarios. El tiempo condujo a la fractura. El egoísmo llevó a la repulsa y el rencor añejo al necio enfrentamiento. No ya entre regiones o territorios al albur de postulados nacionalistas. Entre partidos políticos.

 

En la travesía de las aguas tranquilas y acidulentas de la ría de Huelva, la piragua gubernamental del Psoe interrumpe la carrera de la falúa del PP. Desde la Junta de Griñán se torpedea el normal avance de los remeros populares. Al sevillano Zoido, piedras que le tiran. Al onubense Pedro Rodríguez, fosfoyesos en la cara. A la valverdeña Loles, guardias civiles que toman la ciudad abandonada a su suerte por la policía local. Todo un ejemplo para los jóvenes que se forman en las escuelas públicas. Mucho hablarles de cooperación y de valores y, en la práctica mostrenca, peleas, ingratitudes y cochino el último que llegue.

 

Días atrás, el personaje principal de la trama corrupta de los EREs, el todavía presidente Griñán, se dio una vueltecita por la capital de Huelva. Venía el hombre a hacer campaña. Se le había exigido su presencia en la ciudad regida por el incombustible y carismático alcalde pepero. Había que evitar, a toda costa, que el Ayuntamiento recabara los honores y los aplausos de los vecinos agradecían la entrega de llaves en la barriada de La Navidad. En el cortejo juntero, Josefina Cruz, consejera de no sé qué y, sobre todo, esposa de un señor que, por lo que sabe y lo que gana, tiene línea directa con la plana mayor psoecialista. Un tal señor Javier, de cuyo nombre no me quiero acordar por aquello de la repugnancia que me producen algunas conductas innobles. A la compañía llegada de la hispalense villa, se agregó, cómo no, doña Petronila. Faltara más. Si no había enredado bastante con la ruina del palacete, si no engañó asaz en la construcción de la estación fantasmona del AVE, si calló maliciosa en el imposible levantamiento de los tres puentes, si no ha hecho el ridículo hasta lo grotesco, pues allá posó ella, cual floripondio de pronto marchitar.

 

Toda la banda de música fúnebre de la desgobernanza andaluza del Psoe se concentró en la ciudad más contaminada de España. Un ratito. Mucho tiempo, no. Para hacer crecer a la ciudad, tampoco. Para molestar y hacer un pressing de lucha libre al consistorio capitalino. Los del palacio de San Telmo vienen a banalizar los contenidos. A hacerse la foto. Tres pepinos les interesa el bienestar de una barriada tan popular como la presente. El verdadero impulsor de esta barriada que, en los años setenta carecía de agua corriente en muchas de sus viviendas, es Pedro Rodríguez. Qué si, que es de la derecha. Un orgullo ser de esta adscripción política cuando, además de crear empleo, realiza actuaciones sociales que ya quisiera llevar a cabo la izquierda falsa que utiliza en vano la representación de las clases trabajadoras más deprimidas. Ya quisieran Psoe y su adlater compinchado de IU.

 

Por una vez. Al menos por esta vez. Si los poderosos recursos que instrumenta el Psoe que okupa -con legitimidad pero con negligencia ilícita- la Junta de Andalucía no se ponen al servicio de las instituciones, de todas ellas, regidas por socialistas o por populares, estaremos asistiendo al enterramiento de la dignidad de la democracia. Sitiar los fortines del adversario en la oposición es un delito de lesa majestad. Se hiere al pueblo soberano. Se cerca la voluntad de la ciudadanía. Se persigue hundir los derechos e inhumar las libertades. Se reedita el fascismo más atroz. ¿Verdad que sí? Verdad.

 

Un saludo.

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