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Francisco Velasco. Abogado e historiador

VATICINIOS

Hay  predicciones fáciles. Adivinaciones sencillas. Pronósticos claros. Vaticinar la conmoción social que nos acecha a la vuelta de la esquina, es tarea al alcance de cualquier observador atento. Las protestas estudiantiles y obreras del pasado serán cosa de niños con las reivindicaciones de los universitarios, de los parados y de los afrentados del presente. Se dice que de la pobreza, se sale. De la miseria, es casi imposible. Si hay que estudiar, se estudia, pero estudiar para nada, pues… Es la alusión a la frase ingeniosa de cierto grupo cómico español: si hay que ir… Lo que no se conjuga es el si hay que trabajar. Porque aunque se quiera, que se anhela, no hay curro.

 

La situación socioeconómica es tan peliaguda que una de dos, o se dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad al pueblo, o las mentiras continuadas harán hervir la marea de rabia contenida de la gente. Dar esperanzas falsas de curación a un enfermo terminal no hace sino engendrar enfermedades nuevas. La realidad es la que es y su interpretación maliciosa no hace sino deformarla. Esto es lo que hay. Se toma o se deja. En el segundo caso, los efectos serán caóticos. Si se toma, hágase con las debidas fórmulas. La Bolsa está cantando la traviata. Los voceros del pesebre se quedan con el culo al aire por más que traten de subirse sus sucios calzones.

 

La nave económica zozobra y arrastra en su hundimiento a los demás navíos sociales. Hacer emerger los pecios cuesta muy caro. Es preferible intervenir antes de que el mar se trague a toda la flota. Se precisa cirugía. Lo venimos anunciando desde hace años. Si se asume esta premisa, comenzaremos a cambiar el rumbo. No se trata de recortar derechos, sino de configurarlos a la luz de nuestras posibilidades. Tampoco es cuestión de mutilar libertades, sí de adaptarlas a unas necesidades distintas.

 

Libertad y seguridad forman parte de una misma soga. Cuerda que une pero que también ahorca. Tirar de un extremo lleva consigo minorar la superficie del otro. En las estaciones de ferrocarril, no ha mucho tiempo, los familiares solíamos despedir a nuestros seres queridos desde el mismo andén. Se era libre para abrazar a los familiares a la llegada del convoy. Razones de seguridad hacen imposible, actualmente, esa práctica. Nadie se lleva las manos a la cabeza cuando se aducen motivos de peso. En los aeropuertos, las medidas son más extremas. Se acaba comprendiendo que, a veces, la seguridad de todos comporta la incomodidad de unos cuantos.

 

De esta crisis maldita que sufrimos, saldremos. No se sabe con exactitud el momento. Pero se superará el bache. El cataclismo económico era previsible. Sin embargo, en vez de explicar el estallido del fenómeno, los gobernantes priorizaron la conveniencia del voto antes que el interés de los votantes. Engaño artero que beneficiaba a los políticos desvergonzados a costa del sacrificio de una población ingenua que, por otra parte, cierra los ojos y se esconde cuando alguien les apunta con… un simple chorro de agua que sale disparado del orificio pequeño de un botijo.

 

Advertir el peligro supone, de alguna manera, adelantarse a sus consecuencias y, en esa previsión, atemperar sus peligros. No se trata de amenazar. Basta con llamar la atención, hacer notar, amonestar si es menester. Bajo ningún concepto conviene silenciar, omitir, censurar. El sistema democrático cuenta, entre sus imperfecciones, la ambición de los candidatos a ganar su escaño de forma fraudulenta y a no dar cuenta del incumplimiento de sus promesas.

 

La cercanía de las elecciones generales debería hacer reflexionar a los partidos. Miren ustedes, España atraviesa tal crisis, que si queremos sacarla del hoyo en que la hemos metido, habrá que sudar sangre. Todos habremos de arrimar el hombro. Lo que hasta ahora nos costaba tres, a partir de mañana, y hasta no se sabe cuándo, costará seis. Despidos, salarios, pensiones, impuestos, derechos sociales, libertades públicas y otras necesidades básicas habrán de supeditarse a la exigencia de sacar al carro del atasco. Si no, el fango se apoderará del bien. Y entonces, ni habrá trabajo ni ingresos ni derechos ni  libertades.

 

El sacrificio de todos llevará a la rendición de cuentas de quienes nos gobernaron. Eso, en el futuro. Lo que pasa es que, en el presente, la mentira ha tomado tal carta de naturaleza, que a los estafadores se les piden responsabilidades desde ya. De ahí el vaticinio. O aprendemos a decir no o el tren de la miseria nos aplastará a todos. La miseria se llamará insurrección, pillaje, pistolerismo, atentado y guerra. De la pobreza, se sale. De la miseria, no. Vaticino.

 

Un saludo.

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