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Francisco Velasco. Abogado e historiador

GÓMEZ EN LAS BERMUDAS

 

Hijo de Bermudo. Como de Rodrigo o de Jimeno. El sufijo ez significa hijo de. Nada más que eso. Y nada menos. Un hijo de Bermudo ejerce de juez. Eso parece.

 

Conocí personalmente a Javier, hijo de Gome y de Bermudo, en una charla que se celebró, años atrás, en el auditorio principal de la Casa Colón de Huelva. Era uno de los conferenciantes estrella que José Antonio Gómez Marín presentaba todos los viernes para regocijo de muchos onubenses que acudíamos encantados a escuchar a gente importante de los Madriles. Organizaba el acto, de elevada categoría cultural y política, el Mundo Huelva Noticias, que dirigía de forma extraordinaria ese gran periodista que es Rafael Pérez Unquiles.

 

Tocaba el turno a Gómez. En aquellos momentos, el magistrado que dictó la sentencia del 11-m andaba en trifulcas profesionales. Gente cercana al Psoe procuraba, por todos los medios, que este juez no presidiera la sala de lo penal de la Audiencia Nacional. Pedrojota se puso de su lado y articuló fórmulas para que triunfara la independencia. O dicho de otra forma: el segundo periódico más difundido de España se posicionó en favor de las tesis de Bermúdez. Se apostó por la capacidad de este hombre joven, de aspecto a lo Yul Brynner, que ofrecía aliento a la desmadejada ciudadanía que suspiraba por el esclarecimiento del atentado criminal de Atocha.

 

No pudo ser. La consolidación del puesto hizo sonar la alerta. Se le había dado la vuelta a su pensamiento como a un calcetín. Lo de caminito de Jerez se quedó en peregrinación al Rocío de Ferraz. De la gloria del héroe a la fama del convenido. Poca chicha. Menos limoná. Puro escaparate. De adelante hacia atrás sin freno.

 

La última ha sido reciente. Don Javier ha tomado parte en el escándalo del faisán. No conforme con la resolución de Ruz, Gómez quiere elevar al Pleno el escándalo del chivatazo a ETA. Prejuzga un empate en los votos de los jueces -dónde queda la objetividad de la ley y qué lejos la calidad de los juzgadores- y, por si acaso la cosa deriva en condena de los policías amigos de Rubalcaba, se cura en salud. A pleno. El caso, a manos de catorce, que veintiocho ojos ven más que seis.

 

Maliciosos hay que sostienen que Bermúdez teme lo peor. Que la condena de los Ballesteros, Hidalgo y Pamies, tiene visos de realidad. Demasiado para el body. Imposible para la cuarta y la sexta. Demoledor para Cebrián. Insoportable para la vieja guardia felipesca. Puntilla para los estertores postreros de la esperanza rubalcabiana. Que no, que no. Ese riesgo deja en mantillas al que califican Moody´s o Ficht.

 

Es posible que Gómez, Javier, ande desorientado. Por aquello del triángulo de las Bermudas. Ya se sabe la leyenda que rodea a este área atlántica. Lo mismo el hombre necesita una brújula más moderna y una moral más recia. Por si acaso, propongo un brindis. Por la justicia que nunca se logró en la masacre de Atocha. Por la garantía de imparcialidad de los tribunales. Por la necesaria independencia del poder judicial. Por la defensa de los valores.

 

En suma, por don Javier. El hijo de Gome y de Bermudo. A ver si consigue, al fin, recuperar el rumbo. Si alguna vez lo tuvo.

 

Un saludo.

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