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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL CHANTAJE DE LA MUERTE

 

 El gran problema de los débiles es su cobardía. La gran cobardía de los débiles es el cáncer de la sociedad en que viven. El miedo se infunde entre la población como un reguero de pólvora y hace explotar las bases de su arquitectura vital. Unos se apocan. Otros se amilanan. No pocos caen en la bajeza. España está cayendo de bruces en esta dialéctica. Lo cual constituye, cuanto menos, un peligro mortal.

 

La policía informa que ETA no tiene intención de matar. Una obviedad. En pocos meses, la banda etarra se ha encaramado a las cumbres de la política en el País Vasco y disfruta de un status informativo, económico y político que para sí quisiera Al Qaida. Qué necesidad tiene ahora de asesinar o de extorsionar si disfruta de todo cuanto ambiciona una mafia pérfida. La sociedad vasca se ha rendido a los pies de los terroristas. Bildu no ha triunfado en unas elecciones libres. Ha impuesto la eficacia de sus amenazas a un electorado sin arrojo y carente de la gallardía que siempre adornó a los habitantes de aquellos territorios. El canguelo se ha apoderado de su cuerpo como la heroína hace efecto en los adictos. Con tal de que no maten, se excusan.

 

Ilusos. Los ciudadanos, ciegos. El Gobierno de España, un excremento. Hombre, es que han cambiado. Ellos condenan la violencia a su modo y manera. Es cuestión de tiempo. Hoy lograron las instituciones. Mañana exigirán la independencia. Si dándoles ese gusto van a dejar las armas. El mes que viene, la cesión de fuerzas armadas para el nuevo Estado euskaldún. Tampoco pasa nada, porque toda nación tienen derecho a disponer de un ejército que defienda las fronteras. Al año próximo, el nuevo Estado reclamará a la imperialista España que le indemnice por los siglos de tortura padecidos. Ahí, va, es bueno que los países soberanos dialoguen, negocien y resuelvan viejas rencillas. Apenas un quinquenio más tarde, reivindicarán la creación de una federación de territorios del norte, desde Cataluña hasta Galicia, con ramificaciones por León, Burgos, Soria y otras provincias próximas a Bilbo. Pues mira, no es mala idea. La expansión de los intereses es legítima. Además, qué felices que somos los españoles porque, así, no nos pegan tiros en la nuca. Qué bien.

 

El miedo es el tanatorio de las libertades. Los derechos subjetivos se pierden cuando creemos que el Estado Goliat nos los garantiza. Un David cualquiera, tocado con una txapela y enmascarado con un pañuelo de seda, da tres vueltas al gigante borracho y acomodado que, con los años, se ha convertido en una piltrafa. Ese David no tiene necesidad de soltar la piedra de su honda. La muestra y el coloso Leviatán se acojona y cede. Las minorías violentas saben que el uso de la fuerza es instrumento poderoso para sus fines tiránicos. Mientras la mayoría es fuerte, le recriminan su desprecio hacia los desvalidos. A medida que el Estado hace dejación de sus funciones y se pudre en el estercolero de sus vicios, la minoría le arrebata la fuerza y la utiliza, con toda saña, para vengarse de tiempos pretéritos.

 

Fernando VII, el Borbón nefasto, hizo tal demostración de su potencia monárquica, que el pueblo español gritó el celebérrimo “vivan las caenas”. Quienes lucharon por las libertades sufrieron una persecución innoble. Las cadenas no son sino el miedo a la libertad. Como los niños que lloran en la noche. Como los esclavos que disfrutan de la servidumbre. Como los sojuzgados que se inclinan ante el amo. Como los jornaleros que se arredran frente a los señoritos. Como los pensionistas que se conforman con las carencias de su vejez. Como los funcionarios que abdican de sus justas pretensiones. Como los demócratas que sienten pesadillas de dictaduras recientes. Como los soldados que desertan. Como los oficiales que lloran.

 

El Gobierno de España, el que preside con deshonra Zapatero y vitupera con demagogia Rubalcaba, se ha ofrecido a colaborar con el invasor interno. Son los afrancesados que ayudaron al ejército napoléonico o los partidarios de Pétain que propiciaron la llegada de los nazis a París. ZP es el Godoy infame. Rubalcaba, el que mandó asesinar a Torrijos. De aquella España funesta y cobarde a esta España cobarde y funesta. El chantaje de la muerte.

 

Un saludo.

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