HISTORIAR
La capacidad de algunos para la distorsión es inagotable. La fuente de la dislocación nace en la voluntad de distraer. Se busca más allá de la torcedura o de la luxación. Se quiere desfigurar. Cuanto mayor la desfiguración, mejor se deforma la realidad. Ahora, toca desarticular la biografía de Franco. Un nuevo esguince provocado por los defensores de la memoria histórica. La biografía de Franco firmada por el gran Luis Suárez no satisface a los medios próximos a la izquierda. Autoritario no define con propiedad el carácter de su régimen. Esto podría decirse de Castro, Chávez o Stalin. Por ejemplo. Franco es totalitario y dictador por excelentísimo. Los historiadores de Público, El País, Izquierda Unida y el PSOE así lo piensan y de tal forma lo difunden. Faltara más. Discutir la sabiduría de estos “Domínguez Ortiz” del cuento es como confundir el relato histórico con la narración de una historieta.
Criticar la capacidad científica de Luis Suárez es igual que refutar la sensibilidad artística de Von Karajan. Sin embargo, al coro de grillos que parten de la Moncloa les da igual. Son sujetos de chismes y enredos, una especie de salsa rosa vestida de pana y luciendo larga y poblada barba. Respecto a ellos, más valdría hablar de historia clínica. Los datos poseen significación médica referentes a un paciente, a su tratamiento y a la evolución de su enfermedad. Deberían hacerse ver en virtud de su empeño malsano por complicar, confundir y enmarañar.
Luis Suárez no llama dictador a Franco. Es verdad. Sin embargo, el egregio medievalista no califica como periodista de convoluto ni como político de soflama. Escribe como historiador. Ser historiador es hacer ciencia. La objetividad preside sus obras y el liberalismo acompañó siempre su carácter. El rigor es a Luis Suárez como la gula a Pantagruel. Hubiera bastado que el autor de “Claves históricas en el reinado de Fernando e Isabel” refiriera que Franco fue un sanguinario dictador para que el resto de la biografía consiguiera los plácemes del esperpento en que se está convirtiendo la extrema izquierda. No leen sino los resúmenes de las solapas de algunos libros. Saben de todo como el Reader´s Digest, aunque en nada profundicen, como los periódicos del régimen psoecialista. Lanzan el misil y allá va.
Cuando se escriba la historia del felipismo, el GAL no aparecerá sino como un accidente eventual en vez de como una estructura de suciedad gubernamental. En cuanto a Zapatero, la subversión económica nada tendrá que ver con su incapacidad política y su incompetencia directiva. Será atribuible en exclusiva a la crisis global que ha asolado al mundo en la primera década del siglo veintiuno. Los gobiernos del Psoe fueron modelos de presencia social y paradigmas de la anticorrupción. La historia de la democracia contada por Cebrián tendrá el valor de los cuentos de Calleja. Sin el gracejo de éstos ni, por supuesto, con sus lectores.
Cómo los gusanos goebbelsianos se mueven. Cómo. En épocas de detritus, más si cabe. A falta de carne, gofio o gazpacho. Se mata el hambre llenando la tripa. Los columnistas del Gobierno de turno tienen la solidez de un mondadiente. Se limpian con él la suciedad de la comida que les sirve el poder constituido.
Historian patrañas, comadreos, gallofas y detracciones. Despellejan al enemigo con la misma saña que los intelectuales que presentan “Sálvame” o “La noria” hacen de la equidad impostura. Intrusos. Historiadores intrusos. No historian. Calumnian. Luis Suárez es historiador. Ni más ni menos. Servidor puede discrepar y matizar. Sin embargo, en el mundo de las ciencias, las tesis se consolidan después de un proceso bien definido. Nunca por consignas políticas ni por insultos de algunos medios nerviosos, muy nerviosos. Si están seguros de que Franco fue un dictador, historien. Historien. No se rían de la historia.
Un saludo.
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