PAVO REAL
Aunque sonría forzado como las hienas, el presidente muestra todos los caracteres del pavo real. Tal es su ansia por hacer vana ostentación de su gallardía o de sus cualidades. El hombre presume, alardea, se envanece y se ufana de su estar porque su fuero interno advierte el menosprecio de los demás. Se jacta de dónde llegó porque inexplicable es cómo lo hizo. Su coronación como presidente rey se escenifica de forma paralela a su abdicación como rey presidente. No distingue el ser republicano o monárquico. En su personalidad, todo se reduce al estar. De ahí que cuando la historia juzgue al hombre, le alsolverá por falta de pruebas esenciales. El accidente le es consustancial. Desde un punto de vista democrático, ni fue ni estuvo. Está dimitido. Es destituido.
La anunciada sucesión del hombre circunflejo ejemplifica su proclividad a la zoología del ave. Advertida su decadencia, extiende las plumas y marca distancias consigo mismo. Se mira al espejo y conserva el colorido desplegado de sus alas no aptas para el vuelo. Avisa que se va pero exige alabanzas a su belleza. El que debiera ser bípedo implume con los pies bien anclados a la tierra, se reencarna en pájaro inútil. Todo él se revive en el artificio. Él, el emperador monclovita, administra la herencia sin beneficio de inventario. Deja el patrimonio escuálido pero los que se postulan como herederos del baldón prefieren la nada a la miseria que habrá de llegar. Con todo, analiza la cuadrilla de aspirantes y, visto lo visto, se solaza en su estrategia. Para lo que ha de venir, me quedo, masculla el maquiavelito leonés, dueño de palabras buenas y propietario de acciones malas. Me quedo. Un rato. Huérfano de aplausos. Orfandad de apoyos.
Rubalcaba se las promete felices. Vacío programático. Carmen Chacón se ofrece pinturera y “barrosa”. Triste final. La desconfianza del causahabiente despeja la hipótesis sobre su conducta futura. Seguirá en el trono mientras aviste una lucecita ilusionante y alucinadora que justifique su permanencia un año más en el poder. Ocho años, se relame. Y después, allá se las compongan. La suerte del 11-M no se puede repetir, reflexiona en su reducida capacidad craneal. Prolongar el castigo, poco importa si el verdadero flagelo comenzará tras su marcha. Rajoy es mucho enemigo, le dice Sonso. Tus pares en la enemistad son los barones de su partido que, agazapados como buitres, anhelan el final del pavo con sonrisa de hiena.
El monarca innoble tiene fe cegata en el resurgir económico del país. Carece de argumentos técnicos. Y qué más da si la ciencia y el método trascienden su inteligencia emocional y cognitiva. Se apoya en el vocerío de la multitud que protesta y le reclama para no oír ni escuchar críticas a su belleza singular. Botín lo certifica. Botín. De ponerse las botas. De acaparar el tesoro. Si Botín me dice sigue, se joden todos. Chacón, la primera. Creen los catalanes que yo por ellos me muero. Tan sólo los utilizo. Culé del Madrid. Doña Carmen, esposa de don Barroso, calienta motores. La pobre. Ganas de hacer la pava. Donde hay pavo real, la pava surte los estómagos navideños. Si se quiere estrellar, es muy libre, pero o las elecciones tumban al pájaro o el pájaro, como Felipito Tacatún, dirá: “yo sigo”. Hasta el año que viene. Que se acuchillen los secuaces.
Nos tiene entretenidos el presi. Se queda con “toquisque”. Con Felipe González, antes que con nadie. Pensaba el señor de la equis que el bambi comería de su mano. Qué error. Que inmensa equivocación. La soberbia de un ave choca con la vanagloria de otra. El viejo suele perder las batallas en el mundo de la fauna. La senil guardia felipista se postula para recobrar el mando. Sin embargo, el zapaterismo carroñero no suelta la presa muerta ni a la de tres. Qué va a ser de ellos si el Partido Popular les echa mano al pescuezo. A la olla. Ni para eso servirían. Mejor, disecados. Como los dinosaurios de Soria o de Teruel. Pavos irreales. Muy reales. Dice que se va. Mientras, se queda. Pavo decapitado.
Un saludo.
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