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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EN EL FONDO, REPTILES

El fondo de reptiles es una metáfora. Tan continuada, que más hablamos de alegoría. Es el himno a la corrupción. El monumento a la golfería política. La consagración de la muerte de los valores. Metáfora o alegoría, los que excavaron ese fondo, los que lo autorizaron, los que miraron a parte contraria, son, en la superficie, reptiles. De la especie más ponzoñosa.

 

Tradición popular, sobre todo en los pueblos de la geografía española, es la de los “nidos” domésticos. Se trataba de escondites en los que las amas de casa introducían los ahorros de su lucha contra el precio a fin de, en un momento de necesidad sobrevenida, atender el apuro imprevisto. Desviaban de la hacienda común una parte de los ahorros que gestionaban. Ellas no sisaban ni hurtaban ni robaban ni escamoteaban el peculio familiar. Simplemente construían un embalse ligeramente distanciado del río principal. Por si acaso. No se quedaban esas pesetas para vicios ni para acciones ilegítimas. Todo lo contrario. Eran un fondo de ayuda inapreciable en épocas de vacas flacas. Eran aves de paraíso las que así actuaban y practicaban.

 

La reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía decretando la nulidad de los estatutos de la Agencia Tributaria ha puesto de manifiesto qué clase de reptiles transitan la Junta. Negociar con los sindicatos es un lujo que no pueden permitirse los quelonios ni los ofidios gubernamentales. O abrevan en el bebedero que se les dispone o saquen agua del pozo. La necesidad de sortear los controles de fiscalidad que impone el derecho administrativo se halla en la base del decretazo. Atajos desconocidos para hurtar al interventor el paradero de los nidos de dinero desviado. Qué se creen los interventores. ¿Que están por encima del poder legítimamente investido por las urnas? De eso nada. Ni las leyes se sitúan más arriba del voto del pueblo, aducen los demócratas de la Arrejunta. El imperio de la ley, sí, pero cuando convenga al que dicta la norma. En caso contrario, el voto es el indicativo, el subjuntivo y el infinitivo que se pliegan ante el imperativo. Vótame. Vótanos. Que no voten ellos.

 

El Fondo de reptiles que la Juez Alaya investiga no es el único. Estos nidos perversos nunca son singulares. Son la sociología de la corrupción de los cargos públicos. Aparece uno. Después, otro. Y así hasta descubrirse todo el bacalao. Un documento de la Intervención General de la Junta de Andalucía, fechado en 2005, ya advertía a Griñán, entonces consejero de Hacienda, de irregularidades detectadas, cómo no, en Empleo. Una minucia de nido. Solamente 43 millones de euros trasvasados desde la Dirección General de Desarrollo Tecnológico. Viera era, a la sazón, responsable, aunque nos arriesguemos a escuchar de su boca el “cabrón” que atronó en el Parlamento. Nidito de amores pobres comparado con el de Guerrero y Fernández. Braguetazo de escasa enjundia a tenor de la alta alcurnia del último.

 

Saldrán más. Los nidos se esconden pero terminan aflorando. Se embolsan el dinero público en sus cuentas privadas. Predican ética y son inmorales. Castidad y se desborda su lascivia. Honradez y exhalan indignidad. Democracia y a dictadura totalitaria gadafista hieden. Porque, señores, todos los que están en la pomada, por acción o por omisión, todos ellos, señoras, son en el fondo, reptiles. Reptiles. Arrastrados. En el fondo y en la forma. En la profundidad y en la altura. Reptiles bien malos.

 

Un saludo.

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