LAS CEJAS DE GARZÓN
Me encanta. Los de las cejas de Garzón es que me suliveyan. Si me permiten el nicaragüismo. Son seres cósmicos, etéreos, sutiles, volátiles, vaporosos. Sobre todo, livianos. En el sentido de frívolos, superficiales, inconstantes o volubles. Así me parecen estos de la eterna troupe de cómicos de la legua que de la húmeda han hecho oficio y de la representación, beneficio,
Uno contempla el vestuario de los histriones y acierta a vislumbrar la baja calidad de la obra que interpretan. Sacristán, don José, es todo un paradigma de la izquierda mejor ataviada. Ropa de marca en desaliñado aspecto formal. Rigidez facial para que su barba rala y canosa impulse el rictus de seriedad que el melifluo mensaje requiere. Discurso que pretende severo pero que no supera el listón de lo empalagoso y pueril. Es la excusa que se encarna en la comicidad vulgar, pero simpática, de sus años mozos. Defiende el notable artista –sí, qué pasa- al juez Garzón. Posiblemente no sepa de qué va la cosa ni entienda los fundamentos jurídicos que esgrimen los jueces. Y qué más da. Allí está el cejario de la secta para conjurar la denuncia de los facciosos. Abandonaron la zeja y se afiliaron a la panda del apéndice piloso ciliar. Lo que haga falta con tal de mostrarnos la coherencia de su alma y la profundidad de su intelecto.
Sacristán como Almodóvar y Bardem como Juan Diego no sé qué. Todos ellos solidarios con el juez que rechaza la caza del faisán y reniega de la ingesta de su carne. El magistrado encausado por presunta incompetencia e ilegales escuchas o cobros irregulares. El angelito Garzón encuentra en este elenco de personalidades del mundo del celuloide el respaldo que sus actos desaconsejan. Son los más genuinos investigadores de la Desmemoria histórica y de la Historia de la desmemoria. La élite de la democracia que se faja en apoyo del titular del nº 5 pero que se raja en defensa del masacrado pueblo libio. Cómo me place esta ardorosa muestra de respeto a la verdad, de repudio de las injusticias, de solidaridad con los cinco millones de parados, y de apuesta por la igualdad y las libertades. Qué cosa.
No están solos. Con ellos, los sindicatos más subvencionados, los productores menos taquilleros, los chaqueteros más veloces, las asociaciones más próximas al pesebre y los paniaguados singulares. Hay clase para todo aunque todos carezcan de clase. Los desclasados del pueblo, que no un pueblo de desclasados. El garzonismo es el fenómeno moral de los expedientes de regulación de empleo. Intrusos por aquí, mangoneadores por allá. Por donde la corriente huele a dinero gratis, los metomentodos profesionales. Muchos de ellos, el club de los artistas confundidos, apañados, trabucados, aturullados. Y los poetas, los del régimen, que no falten, por dios, que no me falten jamás. Que no.
Un saludo.
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