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Francisco Velasco. Abogado e historiador

REVUELTAS CALLEJERAS

 

 La explosión de rebeldía cívica no ha hecho más que empezar. Allá donde el Mediterráneo se orientaliza, el héroe Mubarak, socialista, ha sido relegado al rango de traidor, socialista. Desde oriente a occidente, el Mare Nostrum de los romanos va contemplando el efecto dominó, a modo de riadas incontrolables, hasta la misma Mauritania. Allende el cuerno de oro de la Turquía pujante, el tren de la pobreza marcha hacia el suroeste de Asia. África y Asia tiemblan a medida que los pueblos humillados se niegan a soportar la dura vida terrena a expensas de los “ríos frescos, árboles de dátiles y mujeres hermosas... para hacerles compañía” que les aguarda a su muerte.

 

Revueltas callejeras de gente sin esperanza y de sentimientos de continua desdicha. Las voces sobre el riesgo de que el conflicto social alcance a España, no dejan de resonar. No es el sonido del trueno pero sí avisan la llegada de la tormenta. Cerrar el futuro a los jóvenes constituyó uno de los grandes errores de Occidente a lo largo de su dilatada y fecunda historia. España marcha, hoy,  en brazos del zapaterismo irredento, en esa peligrosa dirección. La alarma existe. No cabe duda de que el paro juvenil se ha subido al tejado del rascacielos y el agua del vaso se derrama cuando supera el borde. Podrá ocurrir en España. Sin embargo, mientras el Psoe detente el poder, las olas no amenazan males mayores. El elemento agitador en el poder, sosiega los intentos de cruenta desestabilización social.

 

Los conmilitones de González, Guerra y otros Amedo de la guerra sucia han aportado mucha leña al fuego de la chimenea. La crujía es posible pero no probable por ahora. Las elecciones distan un año y doce meses forman una barrera importante para el régimen de la ruina económica. Saben que el Partido Popular, por cultura, por civismo, por responsabilidad, por patriotismo, nunca insuflará aliento a actos de violencia. Nunca. El salvavidas de la vorágine social que se extiende entre nuestros vecinos del sur, lo proporciona la derecha de Rajoy.

 

Las elecciones de 2012 se convertirán en punto de inflexión de la trayectoria. Si las trampas del futuro perdedor no hacen el efecto pretendido, el partido popular triunfará en los inmediatos comicios. El gobierno de la derecha heredará una deuda imposible: ciega creación de empleo, corrupción torticera, sanidad comatosa, “pisa”teada educación, déficit sangrante, horizonte perdido y confianza bajo cero. Los conservadores habrán de apagar el fuego encendido por los pirómanos, limpiar el bosque, regenerar el suelo, sembrar de nuevo y a esperar que las semillas fructifiquen. Precisarán arrojo y templanza, constancia y sabiduría a destajo. No menos de cuatro años para que el negro vaya dejando paso al alba de la prosperidad. Años de crisis pero años de certidumbre e ilusión.

 

En ese ínterin, se exigirá a la ciudadanía esfuerzo, abnegación, sacrificio y comprensión. Lo destruido ha sido gigantesco. En los evangelios de Mateo se puede leer: “A la verdad, la mies es mucha, mas los obreros pocos”. En la España del postzapaterismo, como ocurrió en el postfelipismo, el trabajo es inmenso pero cinco millones de trabajadores menos restan lo que ha de ser sumatorio.

 

He ahí el caldo de cultivo. La hora de la solidaridad ha llegado. El PP en el Gobierno tendrá enfrente el peso de la crisis y el lastre de una oposición capaz, en tan frágiles momentos, de sacar a la gente a la calle. Van a protestar contra la política de los populares. Como si ellos fueran el origen del drama social. Las van a pagar, dirán las trompetas del apocalipsis. Es la hora de la revolución. El instante ha llegado. La gente, a la calle. Como los egipcios, yemeníes o libios. La culpa, del Gobierno, vocearán. Y es verdad, del gobierno. Del anterior. Del defenestrado por la soberanía popular. Pero eso es historia. Y la historia tiene memoria cuando interesa al pirómano y al golfo.

 

Revueltas callejeras. Probablemente, pronto. Bastará con que el Psoe se traslade al rincón de los castigados. Desde allí urdirán las mayores atrocidades bajo la bandera de la defensa del pueblo. Al tiempo. Lo veremos. Nunca tuvieron la cultura patriótica del PP. Los fascistas, como los demonios, pescan en el mar de los más desesperados y de los más pecadores.

 

Un saludo.

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