ADIOS, REY, COMO CATARSIS
El patio está que arde. El psoecialismo no anda. Corre que se las pela. Vive sin vivir en él y tan gran pérdida espera que muere porque no muere. Parafraseo groseramente a Santa Teresa, pero el partido más sectario del espectro político español se la mira y no se la encuentra. No sabe qué hacer para no perder las elecciones. No tiene probabilidad alguna de ganarlas. Se trata de amarrarse al mullido banco del galeón español. Voy de la santa de Ávila a Espronceda como quien abandona el AVE y se monta en un Cercanías.
La tesis de la catarsis halla un formidable argumento en la familia real. No es nuevo. Lo mantengo. De ahi que, hoy, veinticinco de enero de 2011, reproduzca en su integridad un artículo que se publicó a fines de 2009. Ahí va. Lo toman o lo dejan. Llámenme conspirador o consumidor de alucinógenos.
¿LOS BORBÓN COMO LOS ROMANOV?
En algún artículo de este blog relacioné las imágenes y vinculé los destinos. Los destinos, que no los pasados. Los destinos. El fatum.
Recién nombrado presidente, Zapatero y el Rey (en este orden) posaron para los medios. Los rostros destilaban cierto patetismo, una dosis de melancolía, una pincelada de miedo. Pura sensación. Sencilla estimulación sensorial que se transmitió al sistema nervioso. Compleja percepción que organizó e interpretó lo sentido. Zapatero y el monarca, circunspectos y desconfiados, exhibían semblantes oscuros, inquietos.
A partir del triunfo electoral del PSOE tras el monstruoso atentado del 11 de marzo de 2004, la vida política española sufrió un extraordinario vuelco. Las consecuencias de todo tipo -sólo se me ocurren un par positivas- están dejando una profunda huella de desánimo en la dermis y en el "nous" de los españoles. Nous como espíritu. Fatum como azar fatalista. Pathos como dolor de Laoconte.
La familia del Rey don Juan Carlos no ha sido ajena a esos efectos malsanos. El republicanismo se abre paso en la voz y el gesto de la izquierda. La voz en el mensaje limpio y abierto de Julio Anguita. El gesto, en la mano crispada de los ultranacionalistas catalanes de Ezquerra. Voz y gesto contra trono. Gesto y voz contra altar. Monarquía e Iglesia vuelven a unir su suerte en la confusión que nos abruma.
Sensaciones de frio y de oscuridad. Emociones fácilmente identificables pero difícilmente descriptibles. Presentimientos crueles. Intuiciones de muerte y de fin. Leyes gestálticas. Ya de cierre, ya de proximidad, ya de semejanza, ya de continuidad, organizo mi percepción sobre dos dinastías reinantes. A los Romanov se les acusó de chupadores de la sangre del pueblo. A los Borbón se les acusa. Se les acusa.
¿Por qué, articulista, retoma la misma percepción? La imagen, lector. He contemplado con detenimiento la postal navideña de los Príncipes de España. Barbado e informal el hijo del Rey. Sedente y cercana su esposa abrazando a sus hijas. A su lado, el Belén. Familia, nacimiento, vida. Mucha ternura junta. Demasiada. El subconsciente trae a mi memoria el rostro de una Bibiana feliz con el aborto, la retirada pública de los crucifijos, la reescritura de una historia, la ofensiva anticlerical, el latrocinio de algunos políticos, el chantaje sufragista de otros, la debilidad mezquina de unos cuantos, la hipócrita acción de no pocos.
Me asalta, recurrente, la bestialidad del 11-M. Me hiere, impotente, la voluntad de tapar a la bestia. Me ofende la actitud del Gobierno. Llagas me causa el abandono de las víctimas. Erisipela me provoca la conexión hispano-francesa-marroquí en el caso Aminatu. Me escarnece la burla democrática. Me lastima el disparo a los derechos fundamentales. Me duele la burla a la Constitución. No tenemos más asidero que esta Carta rota. La Familia real, tampoco.
Hasta aquí.
Un saludo.
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