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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MULTAZOS

La multa es el efecto de una sanción. La sanción es la pena que se establece por infringir una norma. La norma es la regla a la que se deben ajustar las conductas. El punto de partida es la ley. La sanción es la causa. La multa, la consecuencia. Otra cosa son los tipos y las proporcionalidades. Pero hablar de derecho en serio no parece lo más adecuado cuando algunos individuos se pasan la legalidad por el forro de sus calzones.

 

En Cataluña, los hay que multan por rotular en español. También quienes defienden la multa por lucir en los turismos banderolas de España. Suena extraño. Es raro. Sabe mal. Pero existir, existe. No en Venezuela. En España. ¿Y la sanción en qué ley se sustenta? ¿Y la ley de que mandato se nutre? La respuesta se escribe en clave de sol. Del sol que más calienta. La igualdad de la ley depende del primo de Zumosol o del hampón más poderoso. El reyezuelo más infame recarga las baterías de su poder en la fuerza bruta. A ti te multo porque tu cara no me gusta. Se vende huevos. En Cataluña, Carod te endosa un multón nada más que por escribirlo en la lengua de Cervantes. Y, ojo, que te agrega el impuesto revolucionario si entiende que el objeto de la venta no coincide con el germen del embrión que producen las aves y sí con alguna manifestación testicular. Carod multa porque le sale. Y le sale porque el voto delicuescente de los subyugados otorga consistencia al tiranillo que es.

 

En Cataluña, el taifa emergente es el resultado de la descomposición del Estado. Ser español en la España de Zapatero se ha convertido en un baldón. Los españoles que nos enorgullecemos públicamente de serlo en la Cataluña de Montilla, somos unos parias. Tan parias por nuestra ínfima condición social como por nuestra exclusión de las ventajas de los que se intitulan catalanes. El rodillo arrasa. Que no te doblegas, multa. ¿Sin sanción? La rebeldía ya es, por sí, infracción. Multa.

 

La multa es la nueva manifestación del asalto tradicional. La bolsa o la vida, te gritaba el ladrón de tebeo y de película que caricaturizaban los del hermano lobo. O rotulas como quiero o te fundo el bolsillo, españolista de m... No es conducta propia de catalanistas sin escrúpulos. Nada de eso. Se trata de una práctica extendida por todo el país. Incluso la Guardia Civil ha podido ser instruida en este sentido. Las noticias apuntan por ahí. Que multas caro, condecoraciones premiadas a la solapa del agente dúctil. Que no, a vivir de la famélica soldada. No hay otra.

 

Con el profesorado, las aguas bajan igualmente revueltas. La ley de calidad que se inventaron los podagogos -será pedagogo, no?. No, digo podagogos y digo bien- andaluces para aliviar el luto de tan vergonzoso fracaso escolar, ha sido tumbada por el Tribunal Superior de Justicia. La calidad es la sanción. La multa, la pérdida de complemento por no acogerse a la ración de pan y de agua del aprobado indiscriminado. Los que no aceptaron el chantaje institucional sufrieron la vendetta del padre padrone. Ni un euro para los que se resisten a la presión. La multa. Qué ley ni qué niño muerto.

 

En la España de Zapatero, como pájaros sin plumas, los españoles de bien estamos sometidos a la brutalidad del voto extorsionador. La ley deja de ser democrática. La infración se apoya en la referencia de la brutalidad. La multa es el tributo que los súbditos del siglo de la play station pagamos a los nuevos señores del burdel.

 

El demos, no. El crátos, sí. Por separado. Hoy por hoy, ni se hablan. Se excluyen. Es la España de Zapatero. Chitón o multazo. Evasión (de capitales) o derrota. Vivir para ver.

 

Un saludo.

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